Artículo
de Lerroux
publicado en La Rebeldía, 1 de
septiembre de 1906
Rebelaos contra todo: no hay nada o casi nada bueno.
Rebelaos contra
todos: no hay nadie o casi
nadie justo. […]
Sed arrogantes como si no hubiera en el mundo nadie ni nada más
fuerte que vosotros, no lo
hay. […]
Sed osados y valerosos, como si tuvieseis atadas a vuestros pies la Victoria y la
Muerte.
Sois la vida que se renueva, la naturaleza que triunfa, el
pensamiento que
ilumina, la voluntad que crea […].
Jóvenes bárbaros de hoy,
entrad a saco en la civilización decadente y
miserable de este país sin
ventura, destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las
novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie,
penetrad en los registros de la propiedad y haced hogueras con sus papeles […],
entrad en los hogares humildes y levantad legiones de
proletarios, para
que el mundo tiemble ante sus jueces despiertos.
Hay que hacerlo todo nuevo, con los sillares
empolvados, con las vigas humeantes de los viejos edificios derrumbados, pero
antes necesitamos la catapulta que abata los muros y el rodillo que nivele los
solares.
El pueblo es esclavo de la Iglesia: vive triste,
ignorante, hambriento, resignado, cobarde, embrutecido por el dogma, encadenado
por el temor al infierno. Hay que destruir la
Iglesia.
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Lerroux y los Jóvenes bárbaros (1906).
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