"Los grandes gastos que acarreaba la elección imperial, obligaron al rey a solicitar a Castilla nuevos subsidios, lo cual implicaba reunir nuevamente las Cortes. Algunas ciudades castellanas encabezadas por Toledo habían ordenado no acceder a los subsidios si seguían en el país autoridades flamencas y que el monarca permaneciera períodos más largos en Castilla. El irregular proceso de las Cortes, el incumplimiento de las órdenes dadas a procuradores y la rápida partida de Carlos hizo que las ciudades de Castilla desde Andalucía, León, Murcia y Extremadura se rebelasen, constituyendo Comunidades (gobiernos municipales extraordinarios). Pronto ocurrieron los primeros choques entre las tropas reales y las de las Comunidades. El rey desde el extranjero intento acallar el movimiento asociando al Gobernador dos autoridades que fuesen castellanas, y suspendió el cobro del subsidio, pero era tarde, para evitar la guerra. Sin embargo tales medidas sirvieron para que la alta nobleza se apartara de los Comuneros. Este levantamiento lo dirigió la pequeña nobleza urbana y la burguesía pero carecían de un programa y objetivos claros y sin unidad muy pronto sufrió defecciones (Burgos, Sevilla y muchas otras). Las tropas reales derrotaron a las tropas de las Comunidades en Villalar (1521) y fueron ejecutados los principales cabecillas Padilla de Toledo, Bravo de Segovia, Maldonado de Salamanca. La resistencia de otras Comunidades persistió unos meses pero acabo siendo sofocada.
La alianza de las Comunidades consolidó la alianza de la monarquía con la alta nobleza castellana y eliminó cualquier resistencia de las ciudades castellanas ante la autoridad real.
TEXTO II.
"Las veleidades imperialistas de Carlos I agrandaron las distancias entre los partidarios y los enemigos del rey. Éstos últimos convocaron una reunión urgente de los representantes de los municipios y elevaron un pliego de peticiones al rey en el que le exigían que prohibiese a los extranjeros ostentar cargos en el gobierno; el fin de la venta y cesión de cargos, así como de los privilegios concedidos a extranjeros sobre exportación de moneda; la permanencia del infante don Fernando (hermano del rey) en España hasta que Carlos tuviese descendencia; el reconocimiento de doña Juana, madre del monarca, como reina, la residencia en España del nuevo rey; y la obligación real de hablar la lengua española.
La pretensión de Carlos de ocupar el cetro imperial precipitó los acontecimientos, pues su salida apresurada de Castilla, tras la muerte de su abuelo Maximiliano de Habsburgo, forzó la votación de los subsidios en las Cortes de Santiago y La Coruña, y la designación de un regente que racayó en Adriano de Utrecht. Tras la salida del rey hacia Alemania, la insurrección se desencadeno casi inmediatamente.
Toledo se levantó a las órdenes de Juan de Padilla en febrero de 1520 y desde allí la rebelión se extendió a Segovia –con Juan Bravo a la cabeza-, Madrid, Zamora, Toro, Guadalajara, Ávila, Valladolid, Medina, Salamanca –Con Pedro de Maldonado- y otras ciudades. En julio los delegados de 15 ciudades fundaron la Liga Santa. Aunque en el seno del movimiento aparecieron resistencias antiseñoriales de ciertas comunidades rurales era un movimiento castellano y urbano, que no logró prosperar ni en el norte ni en Andalucía.
Tras algunas victorias reales (Segovía, Tordesillas), el apoyo de la alta nobleza al rey facilitó la rotunda derrota de los comuneros en Villlalar (Valladolid) el 23 de abril de 1521, y sus cabecillas Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados. El aplastamiento de los rebeldes, junto con la concesión de algunas de sus peticiones –abolición de privilegiados y prohibición a los extranjeros de ostentar cargos públicos y permanencia del rey en España-, facilitó el restablecimiento del orden monárquico. La derrota comunera dejó las manos libres a la monárquica para actuar de modo autoritario”.
José Nieto: Historia de España. De Tartessos al siglo XIX. Libsa, Madrid, 2002.
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