Fernando Reinares, un análisis del 11-M.
Acabo de leer ¡Matadlos! Quién
estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España de Fernando Reinares,
genial la capacidad para manejar la complejidad del fenómeno en su exposición.
Destacaría:
a) El análisis causal. En primer lugar, descripción de los antecedentes, a nivel interno, la
formación de las primeras células con Mustafa Setmarian en los años 90 (1994) y la desactivación de la célula de Abu Dahdah y sus remanentes de la Operación
Dátil (2001-2003). En otra escala, las conexiones entre
células de Madrid, Bruselas, Milán y la imbricación entre grupos salafistas
magrebíes (GICM y GIA). Por otro lado, el autor desarrolla un planteamiento fundamental, la necesidad de estudiar las cuestiones sociodemográficas, ya que muchos de los terroristas llegan a España a
finales de los 80, con edades entre 30-40 años e inician su proceso de radicalización "la
mayoría se radicalizaron en España". De forma paralela, se hace necesario estudio de ámbitos de
socialización, mezquitas, congregaciones (Tabligh Jamaat), incluso las cárceles
y centros de internamiento). Es un aspecto esencial, para Madrid existen los
estudios de Ignacio Castien Maestro.
b) Descripción del proceso
aglutinando tramas y personajes. Dirigentes desde dentro: Maymouni, Chebli,
Tunecino; apoyos colaterales que se van insertando: Mohamed Afalah, Lamari y el
Egipcio y, finalmente, el grupo de delincuentes comunes convertidos en
yihadistas de Jamal Ahmidan (El Chini). Controlando el proceso, el autor de la
masacre, Amer Azizi, cuya evolución es esencial para entender la complejidad del
fenómeno que tratamos, del joven emigrante marroquí que "bebía demasiada
cerveza, fumaba hachís, disfrutaba de la música reggae y era considerado un
modelo de apertura" al integrante en 1995 de la célula de Abu Dahdah,
Bosnia, Afganistán, Pakistán, hasta convertirse en adjunto de operaciones
exteriores de la matriz de Al Qaeda y morir en un bombardeo norteamericano. Una
trayectoria biográfica a tener en cuenta junto a los aspectos socioeconómicos
indicados previamente.
c) Cronologías significativas.
Por un lado, la secuencia de atentados, partiendo de la bomba que estalló en
1995 en un ramal de la Réseau express regional (RER, el regional francés) en
Paris, Nairobi y Dar es-Salam en 1998, 11-S de 2001, Bali 2002, Casablanca
2003. Por otro, la propia cronología de la red del 11-M, "aproximadamente
dos años y tres meses que transcurrieron entre la decisión de atentar y el 11
de marzo de 2004". En este punto, se plantea una interpretación bastante
menos conspirativa de lo habitual en nuestra prensa sobre la elección de la
fecha del 11 de marzo de 2014, es más, ni la guerra de Irak había comenzado, ni
las elecciones estaban convocadas cuando los terroristas manejaban ya esta
fecha según datos precisos que desbroza el autor, números de tarjetas,
contratos con datos falsos, etc..
d) Los contextos. La memoria del
ruido recicla los ecos prepotentes de aquellos remotos desiertos y lejanas
montañas. Lo global y lo local, se impone la red. La decisión de atentar la
toma Amer Azizi en Karachi (Pakistán), en Estambul se reorganizan estrategias,
salidas y entradas a campos de entrenamiento en Afganistán, Marruecos, Irán,
Pakistán. Por otro lado, lo local, un piso en el barrio de San Cristobal de los
Ángeles de Madrid, la casa de Morata de Tajuña, la mina asturiana, el piso de
Leganés, Santa Coloma de Gramanet y en CLM Mocejón.
e) Interpretaciones. El autor no
aborda las teorías conspirativas. El libro desmonta la tesis académica de la
célula aislada y de la yihad sin líder. La inserción dentro de la estrategia Al
Qaeda queda bien fundamentada en la figura de Amer Azizi. Por otro lado, el
tema del clásico modus operandi de atentados suicidas en el yihadismo sirve al
autor para explicar dos cuestiones, la explosión de Leganés y, lo que es más
importante, señalar que el ciclo terrorista no estaba terminado.
f) Esperanzas. La desactivación
del "segundo 11-M" en Barcelona a comienzos del 2008.
En definitiva, un libro excelente
que deja un par de conclusiones a tener en cuenta.
1. El terrorismo global es un
fenómeno polimorfo, diversificado y heterogéneo.
2. Es una amenaza que no cesa y
la falta de coordinación en la información es clave para evitarlo.
3. El 11-M dividió a los
españoles, una triste realidad que cabe probablemente asociar a una
cultura política proclive a la polarización y a la ausencia de consensos en
sectores fundamentales.
* Recomiendo también un breve
libro de Juan Avilés, Osama Bin Laden. El fin de una era. La Catarata,
2001.
ADOCTRINAMIENTO EN LA ESCUELA FRANQUISTA
La escuela franquista. Adoctrinamiento y legitimación de la dictadura
Formación político-social durante el franquismo
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Publicado por
Félix
en
15:28
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Franquismo
Energía y poder, pasado y presente.
Los subrayados responden a un fin didáctico. El artículo de Gabriel Tortella fue publicado por El País el 29 de diciembre de 2013. Enlace.
Hace solo unos días (26 diciembre de 2013) el
comisario europeo de la Competencia, Joaquín Almunia, en unas declaraciones a
Radio Nacional reproducidas en el diario Deia, afirmaba que España “tiene
todavía en cierto modo las malas prácticas de antiguas empresas públicas con
monopolio. En España nunca ha habido monopolio, pero sí ha habido un oligopolio
clarísimo de las empresas eléctricas”. Se refería el comisario al reciente
escándalo relativo a las tarifas de la luz y los problemas políticos,
empresariales, y de opinión pública que ha planteado. ¿Tenía razón? Sí, tenía
toda la razón: en España no ha habido monopolio eléctrico (en el sentido de un
solo productor o suministrador de energía), pero sí un oligopolio (en el
sentido de un número muy pequeño de productores y distribuidores capaces de
ponerse de acuerdo para imponer unos precios por encima de los que habría en
caso de libre concurrencia).
Digamos para empezar que la industria
eléctrica es proclive al monopolio, como ocurre con la mayor parte de los
servicios públicos suministrados en red; tal es el caso de los ferrocarriles y
tranvías, o del suministro de agua. La verdadera libre competencia en estas
industrias conllevaría la construcción de redes paralelas (dobles vías de tren
o de tranvía, dobles conducciones, tendidos eléctricos superpuestos), lo cual
sería un auténtico dislate y un despilfarro inaceptable. Por otra parte, esas
redes de distribución son muy caras de construir y mantener, de manera que la
entrada en el mercado es así doblemente difícil e incluso, sobre todo en países
poco desarrollados, se da el caso frecuente de que ni siquiera se puedan reunir
los capitales necesarios para crear este tipo de empresas, por lo que
frecuentemente requieren incentivos fiscales o de otro tipo para establecerse.
Hay indicios de que este fue, al menos en parte, el caso de España.
En efecto, la industria de generación y
suministro eléctrico a escala industrial comienza en Inglaterra, Alemania, y
Estados Unidos a finales del siglo XIX. Aunque España puede enorgullecerse de
tener un auténtico pionero en la materia, el científico Francisco Salvá, que en
1795 leyó una memoria sobre La electricidad aplicada a la telegrafía, y realizó
experimentos exitosos en este campo, su obra no tuvo continuidad y hasta
finales del XIX no se instalan en Barcelona los primeros generadores de
electricidad. El hecho es, sin embargo, que el desarrollo de la industria eléctrica
en el España en las primeras décadas del siglo XX coincide con el primer gran
empuje industrializador. España, por otra parte, como país montañoso, tiene
buenas condiciones para el desarrollo de la industria hidroeléctrica, que es la
forma más barata de generar electricidad. De este modo, hasta la Guerra Civil
aproximadamente, la mayor parte de la electricidad generada en España es
hídrica. Sin embargo, esta modalidad de producción presenta en nuestro país el
problema serio del estiaje: el régimen de lluvias es muy irregular y estacional
de modo que las posibilidades de generación fluctúan excesivamente, por lo que
se fue haciendo cada vez más necesario recurrir a la generación térmica. Pero
aquí se daba otro problema: la carestía del carbón español, al que, sin
embargo, el Estado siempre ha querido proteger; al imponer cuotas de consumo de
carbón nacional, el Estado contribuía a encarecer la electricidad, en
detrimento de los consumidores: familias, empresas, y el propio Estado.
Este, sin embargo, mostró interés en apoyar a
esta industria, especialmente durante la dictadura de Primo de Rivera, que veía
en la electricidad un instrumento clave en su política de industrialización.
Otra fuente de energía a la que Primo de Rivera prestó atención (en especial su
ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo) fue el petróleo; siguiendo directrices
típicamente estatistas, la dictadura instituyó el monopolio estatal de
petróleos, que creó más problemas políticos que beneficios económicos. La
enemiga de las grandes multinacionales del petróleo contribuyó
considerablemente al fin del régimen.
Otros países de la UE han nacionalizado una
industria que tiende al monopolio y es crucial para la economía del país. Pero fue con la dictadura de Franco cuando se
consagró el bloque oligopolístico eléctrico. A pesar de sus tendencias
intervencionistas y totalitarias, Franco manifestó gran respeto por los
intereses económicos privados, especialmente cuando las figuras destacadas de
tal sector habían contribuido sustancialmente a financiar la sublevación que
inició la Guerra Civil, como fueron los casos de Juan March y José Luis de
Oriol, por ejemplo. Oriol fue un gran empresario eléctrico; March era un
potentado en el sector petrolífero que se convirtió más tarde en propietario de
una de las mayores eléctricas. Ambos se interesaron, sin embargo, en otros
campos económicos. Cuando llegó el momento de renovar la legislación bancaria,
en 1946, muchos creyeron que el régimen de Franco nacionalizaría los bancos y,
posiblemente también, la electricidad, como se había hecho en Francia y, para
la electricidad, en Inglaterra. Pero no fue así. Al contrario, la banca, aunque
muy sujeta a lo que después se llamó “represión bancaria”, siguió en manos
privadas, y haciendo pingües beneficios. Lo mismo ocurrió con las grandes
eléctricas, cuyo número se iba reduciendo inexorablemente por la ley de las
economías de escala. En virtud de esta ley económica, ciertas industrias de
técnica avanzada, como la eléctrica, requieren producir en gran escala para ser
rentables. Así, gradualmente, las mayores empresas (Iberduero, Unión Eléctrica
Madrileña, Hidrola, Sevillana, Barcelona Traction, Eléctricas Reunidas,
etcétera) iban absorbiendo a las pequeñas, que no podían competir en precios y
calidad de suministro. Por otra parte, aunque el mercado eléctrico ya
presentaba considerable complejidad (no tanta como ahora), las grandes
compañías esquivaban el control de tarifas que el Estado les imponía para
combatir la inflación y mostraban altos beneficios. Esto las hizo muy
interesantes para los grandes bancos: los dos bancos vascos (Vizcaya y Bilbao),
el Banco de Santander, el Central y el Urquijo fueron los mayores inversores,
que acabaron formando un compacto bloque de poder financiero-energético.
No fue ajena al poder y la rentabilidad de
las empresas eléctricas la creación de Unesa (Unidad Eléctrica, SA), en 1944, a
propuesta nada menos que José María de Oriol Urquijo, hijo y heredero de José
Luis de Oriol. Oriol hijo fue el primer presidente de la nueva sociedad. Lo notable
de Unesa, que era una empresa privada participada por las grandes del sector,
es que debía coordinar la distribución nacional del fluido eléctrico, es decir,
coordinar la producción de las distintas empresas, en especial las que eran sus
propias accionistas. Como se decía en un decreto posterior (1951), Unesa asumía
así, por delegación del Estado, las funciones de coordinación de la industria
eléctrica nacional que normalmente hubieran correspondido a una oficina
estatal, como ocurría en los países que, como Francia e Inglaterra, y más tarde
Italia, habían nacionalizado el sector. En palabras de Eduardo García de
Enterría, se daba así en España el caso único de “un verdadero régimen de
autorregulación por las empresas eléctricas afectadas”. Y el ya entonces
complicado sistema de tarifas vigente era, en definitiva, pactado con las
empresas en virtud de un sistema polinómico y unos factores adicionales que, de
hecho, garantizaban una alta rentabilidad al sector.
Por otra parte, el exacerbado nacionalismo de
la dictadura contribuyó a beneficiar a este bloque a expensas de los inversores
y accionistas extranjeros. El caso más sonado fue el de la Barcelona Traction
Light and Power. Era esta una empresa internacional que abastecía a gran parte
del mercado barcelonés y catalán, empresa a la que Juan March había echado el
ojo hacía varios años, pero cuyos directivos no querían vendérsela. Con el
apoyo manifiesto del Estado español, March consiguió que un tribunal declarara
a esta empresa en quiebra (no tenía más problema que el hostigamiento a que la
sometió el Estado) y la subastara. No es necesario decir que fue March quien la
adquirió a precio de saldo en 1948 y la convirtió en Fuerzas Eléctricas de
Cataluña (FECSA), que décadas más tarde se fusionaría con Endesa. Tal negocio
hizo March, con esta operación que, en agradecimiento a la nación, decidió
crear la fundación que lleva su nombre. Los pleitos internacionales a que este
asunto dio lugar se prolongaron unos 20 años; Juan March llevaba mucho tiempo
muerto cuando se publicó la sentencia final, que le dio la razón, provocando un
gran escándalo. Otro asunto parecido, aunque menos ruidoso, fue la cuasi
expropiación de las acciones del banco suizo Elektrobank, propietario de un
paquete de control en Sevillana de Electricidad, también con el apoyo del
Estado español. Este caso hizo menos ruido porque los suizos cedieron el
control y vendieron su participación, de modo que no hubo escándalo ni procesos
judiciales.
Este compacto bloque de poder
financiero-eléctrico fue una de las herencias que el franquismo legó a la
democracia. Han ocurrido muchas cosas desde la Transición, pero el poder de las
eléctricas permanece, y constituye un serio problema económico que trasciende a
la política. Otros países de la Unión Europea, como los arriba citados, han
resuelto la cuestión hace ya mucho tiempo nacionalizando una industria que
propende al monopolio y es crucial para la economía del país. ¿Será esta
también la solución para España?
Gabriel Tortella es profesor emérito de Historia
Económica en la Universidad de Alcalá.
1. ¿Cuál es el motivo del encarecimiento de
los servicios públicos en red?
2. En qué región española se desarrolló más
rápido el sector de la electricidad.
3. ¿Qué acontecimiento exterior favoreció el
impulso industrializador del que habla el autor?
4. Indica las ventajas y desventajas
geográficas para el sector eléctrico en España.
5. El carbón fue la materia energética básica de la Revolución Industrial. ¿Qué política económica se siguió en España respecto a este recurso energético? ¿Qué consecuencias tuvo para los inicios de la industria eléctrica?
6. ¿Qué política se siguió durante la dictadura de Primo de Rivera respecto a la electricidad?
7. ¿Qué quiere indicar el autor cuando dice "La enemiga de las grandes multinacionales del petróleo contribuyó considerablemente al fin del régimen"?
8. ¿Qué política siguió el régimen franquista respecto de las eléctricas? ¿Qué política siguieron, para este mismo sector, otros países?
9. ¿Qué hacían las compañías eléctricas para eludir la inflación?
10. ¿Qué es el bloque energético-financiero? ¿Cuál crees es su relación con el oligopolio del que habla el autor?
11. ¿Qué ocurrió con empresas e inversores extranjeros del sector eléctrico durante la dictadura franquista?
12. ¿Cuál fue la solución adoptada en alguno de los países de la UE?
INVESTIGA
Isabel Bartolomé Rodríguez, La industria eléctrica en España. Estudios de historia económica (50). Banco de España.
El rasgo, de Emilio Castelar
Los periódicos reaccionarios de todos los matices nos han atronado los oídos en estos últimos días con la expansión de su ruidoso entusiasmo, de sus himnos pindáricos; verdadero "deliriums tremens" de la adulación cortesana. Según ellos, no la casta Berenguela, ni la animosa María de Molina, ni la generosa Sancha, ni la grande Isabel, ni Reina alguna desde Semíramis hasta María Luisa, han tenido inspiración semejante a la inspiración que registrarán con gloria nuestros anales y escribirán con letras de oro los agradecidos pueblos en bruñidos mármoles.
Vamos a ver con serena imparcialidad qué resta, en último termino, del celebrado rasgo. Resta primero una grande ilegalidad. En los países constitucionales el Rey debe contar por única renta la lista civil, el estipendio que las Cortes le decretan para sostener su dignidad. Impidiendo al Rey tener una existencia aparte, una propiedad, como Rey, aparte de los presupuestos generales del país, se consigue unirlo íntimamente con el pueblo.
Hace mucho tiempo que se viene encareciendo cuánto podían servir para sacar de apurtos al Erario los bienes patrimoniales de la Corona. Y, sin embargo, nada, absolutamente nada se sacará ahora; nada. La Reina se reserva los tesoros de nuestras artes, los feraces territorios de Aranjuez, el Pardo, la Casa de Campo, la Moncloa, San Lorenzo, el Retiro, San Ildefonso: más de cien leguas cuadradas, donde no podrá dar sus frutos el trabajo libre, donde la amortización extenderá su lepra cancerosa. El Valle de Alcudia, que es la la principal riqueza del Patrimonio, compuesto de ciento veinte millares de tierra, no podrá ser desamortizado a causa de no pertenecer a la Corona, y, según sentencias últimas, pertenece a los herederos de Godoy. En igual caso se encuentra la riquísima finca de la Albufera, traspasada por Carlos IV a Godoy en cambio de unas dehesas de Aranjuez y unos terrenos de Moncloa. Si después de esto se transmite a la Corona el veinticinco por ciento de cuanto haya de venderse, quisiéramos que nos dijesen los periódicos reaccionarios que resta del tan celebrado rasgo, qué resta sino un grande y terrible desencanto.
Los bienes que se reserva el Patrimonio son inmensos: el veinticinco por ciento, desproporcionado; la Comisión que ha de hacer las divisiones y el deslinde de las tierras, tan tarda como las que deslindan de los bienes del Clero; y en último resultado, lo que reste del botín que acapara sin derecho el Patrimonio vendrá a engordar a una docena de traficantes, de usureros, en vez de ceder en beneficio del pueblo. Véase, pues, si tenemos razón; véase si tenemos derechos para protestar contra ese proyecto de Ley, que, desde el punto de vista político, es una engaño; desde el punto de vista legal, un gran desacato a la ley; desde el punto de vista popular, una amenaza a los intereses del pueblo, y desde todos los puntos de vista uno de esos amaños de que el partido moderado se vale para sostenerse en un Poder que la voluntad de la nación rechaza; que la conciencia de la nación maldice.
Emilio Castelar, en el periódico La Democracia, de 25 de febrero de 1865.
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MUJERES INVISIBILIZADAS EN LA HISTORIA DE ESPAÑA DEL SIGLO XX
Aquí os dejo la presentación de la charla que organizó el A.M.P.A del IES José Luis Sampedro sobre la mujer en la España del siglo XX.
LA BATALLA QUE EL FRANQUISMO NO PUDO GANAR. BIKINIS EN EL PAÍS DE LA BOINA.
La oleada turística cae como un pedrisco. Como una sutil invasión, los extranjeros comienzan a llenar las playas y algunos puntos de la costa. Los españoles, que apenas habían visto algún extranjero, miran asombrados cómo ocupa las calles una masa multicolor y pasan ante sus ojos hombres con barba, escoceses con falda, mujeres que se han comprando un enorme sombrero mexicano y cámaras, muchísimas cámaras fotográficas, se diría que una por turista. En España son todavía poco frecuentes y sobreviven los fotógrafos "al minuto", que trabajan en plena calle y ante los que posan los turistas, impresionados por el hombre maduro con guardapolvo y su extraño laboratorio portátil, que llevará su imagen a la inmortalidad.
Muchos extranjeros pasean en pantalones cortos, prenda que, entre los españoles, sólo es propia de mocosos y deportistas. Las mujeres llevan grandes escotes y los brazos al descubierto, con escándalo de la clerecía que, hasta hoy, impedía la visión de brazos, piernas y escotes femeninos.
En 1959, ya nadie pone coto a los extranjeros porque el gobierno los necesita. Incluso la Guardia Civil, tradicional custodia del decoro público, tiene órdenes de hacer la vista gorda y los guardias dejan de patrullar a lo largo de las playas turísticas a las horas de sol. Cada verano, la Dirección General de Seguridad dicta normas precisas para guardar la decencia: entre otras muchas cosas, obligan a cubrirse con un albornoz al salir del agua, prohíben tomar el sol fuera de los soláriums especializados habilitados, transitar o permanecer en las terrazas de los bares en pantalón corto. Las normas se fijan en la puerta de los hoteles despertando el asombro de los turistas que se molestan en leerlas (si las entienden, pues sólo están escritas es castellano) mientras las incumplen impunemente.
De todos los adminículos diabólicos, el principal es el bikini, verdadero ariete contras las murallas de moral de la raza. Sin embargo, una de las primeras noticias sobre tal prenda ya es antigua. En 1950, el Sunday Pictures publicó una foto de Nicolás Franco en la playa de Cannes, acompañado de la actriz Nina Dyer con bañador de dos piezas. Pero nadie sabía en España que existiera el Sunday Pictures.
Años después, el bikini de marras ha tomado carta de naturaleza entre las extranjeras e invade las playas españolas, con extensión a los bares y hoteles cercanos al mar e incursiones a las primeras calles de los pueblos.
Tras una histórica abstinencia de la carne, el choque resuelto violento, aunque los púdicos bikinis de la época apenas dejan ver una franja del abdomen y su reverso de los riñones. No son pocos los escándalos promovidos en pueblos de la costa: unas señoras con mantilla salen de misa y se cruzan con una extranjera en bikini o unos caballeros increpan a una nórdica que intenta comprar un helado vestida con el dichoso dos piezas. Las autoridades intentan inicialmente imponer el traje de baño a las mujeres y el "meyba" a los hombres, pero sólo tienen cierto éxito en las playas del Norte, donde el sol pica menos y el tejido no resulta agobiante. En las demás costas, también los españoles comienzan a optar por los cómodos bikinis y bañadores pequeños, descartando el blindaje de los antiguos trajes de baño.
Por la España interior correr noticias de que las turistas enseñan el ombligo en las playas y miles de varones, hartos de no comerse un rosco con la novia ni ver más carne que una fugaz rodilla, se lanzan a visitar las playas en días de fiesta. Con cara de bobo, miran durante horas las tímidas desnudez de chicas extranjeras, sufriendo la rebeldía incontenible de sus padibundas. Al volver a sus pueblos comparan las imágenes playeras con la estampa de sus novias y no pocos acuden al confesionario, acosados por el remordimiento.
Hasta que la Dirección General de Seguridad renuncia a custodiar la decencia a golpe de oficio y las normas sobre la ropa veraniega pasan a mejor vida. Para solaz, sobre todo, de los viejos de los pueblos, que no han visto más carne que la del cocido y contemplan, hasta con prismáticos, aquellas exposiciones de blancas epidermis al sol. Franco está comenzando a perder la guerra. Sin pretenderlo, las chicas extranjeras le ganan más batallas al Generalísimo que las Brigadas Internacionales.
De la mano del turismo nacen extrañas costumbres y las tiendas venden muñecas vestidas de gitana, banderillas, carteles de toros, castañuelas y todo un arsenal de la España cañí. En los pueblos de Estepona o Sant Feliu de Guixols se construyen plazas de toros destinadas a los extranjeros. Se abren bares, restaurantes, salas de fiestas y tablaos flamencos. La costa se llena de hoteles y edificios de apartamentos.
Muchos españoles abandonan el campo para trabajar en los nuevos oficios del turismo: camareros, cocineros, albañiles, fontaneros; una legión de mujeres se gana la vida limpiando y haciendo camas de hotel; proliferan extraños anuncios: on speak english, every day spanish guitars francés y aficionados al flamenco o simples parados adquieren la condición de desmañados guitarristas, bailaores o cantaores. Todo vale, porque los turistas se conforman con poco.
El obispo de Ibiza se resiste:
“indeseables con su indecoroso proceder
en la playas, con sus hábitos viciosos y escandalosos, van creando aquí un
ambiente maléfico que nos asfixia y no puede menos que pervertí y corromper
nuestra inexperta juventud. Nadie se explica por qué se autoriza aquí la
estancia de féminas extranjeras, corrompidas y corruptoras, que sin cartilla de
reconocimiento médico, vienen para ser lazo de perdición física y moral de
nuestra juventud”.
Sufre embates demoledores la moral histórica de una España profundamente casta, que nunca tuvo ganas de serlo. El temor al embarazo y la maledicencia han guardado durante siglo la viña inexpugnable de las españolas solteras. Pero ahora llegan las turistas.
CONSECUENCIAS DE LA GUERRA CIVIL
□ Uno de los
aspectos más controvertidos entre los historiadores es el de las pérdidas humanas ocasionadas por el
conflicto, pudiendo precisarse entre 400.000 y 500.000 los muertos en la guerra
entre ambos contendientes, de ellos unos 160.000 muertos en combate y 180.00 víctimas
de la represión, de ellas casi 130.000
en la zona sublevada y 50.000 en la zona republicana. Con todo, las constantes investigaciones sobre
la represión nos indican que no podemos tomarlas como definitivas.
□ Los
presos superaron los 300.000, de los cuales fueron ejecutados desde
1939 hasta 1943 entre 30.000 y 50.000 personas entre fusilamientos, paseos y
consejos de guerra sumarísimos. La España de Franco se convirtió en una
“inmensa prisión” con un sistema de campos de concentración, trabajos forzados
y cárceles desbordadas, el estado de guerra se mantuvo hasta 1949 y en estos
campos se llevaron a cabo experimentos con los presos republicanos, en especial
con los niños, el psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera se distinguió por su
laboriosa labor en busca del gen marxista o gen rojo que tanto esfuerzo estaba
costando erradicar.
Pincha sobre el mapa para ampliar.
□ Los depurados o
expulsados de la Administración y de determinadas profesiones (maestros).
□
Los exiliados que se encaminaron a
Francia y México y, en menor grado, a la URSS (niños de Asturias y del País
Vasco) y a otros países iberoamericanos. Para los que emigraron a Europa, el
estallido de la Segunda Guerra Mundial y el avance nazi complicó aún más su
situación, puesto que muchos españoles acabaron en campos de concentración
alemanes. Ej. Mauthausen.
□ En
el terreno económico, la guerra
significó la vuelta a una estructura activa predominantemente agraria, tras la
destrucción masiva del tejido industrial. Una buena parte de las ciudades del
país, sobre todo en el Norte, estaban arrasadas; se calcula que unas 250.000 viviendas habían sido
destruidas. Lo mismo ocurría con buena parte de la red de comunicaciones
terrestres y con el parque automovilístico (42% de las locomotoras, 40% de los
vagones de mercancías y el 71% de los coches de pasajeros). Al enorme
endeudamiento causado por la guerra (se ha cifrado en unos 300.000 millones de
pesetas) hay que añadir la pérdida del oro del Banco de España. Además se
produjo un descenso de la producción agraria (20%) e industrial (30%), el nivel
de renta per cápita cayó, recuperándose en 1952, lo que provocó hambre y
miseria. Los grupos beneficiados fueron, como ya era una constante, el viejo
bloque de poder: terratenientes, ejército e Iglesia que se convirtieron en
grupos hegemónicos de la sociedad franquista. Junto a ellos surgió la figura
del excombatiente y del falangista del pueblo, recompensados con puestos en la
Administración y concesiones a sus negocios.
□ El efecto político-moral. La guerra dejó marcadas
a varias generaciones por el trauma del sufrimiento durante los tres años de
conflicto, pero también por la represión posterior y la atmósfera de la España
postbélica, un clima de revancha, de persecución y de imposición de una escala
de valores unilateral, la de los vencedores, que prolongó durante muchos años
la división y enfrentamiento entre los españoles. Fue un tiempo de silencio.
□ Catástrofe cultural. La mayoría de los
intelectuales tuvieron que exiliarse, la lista es amplia: J. Ramón Jiménez,
Antonio Machado, Alberti, Pedro Salinas, Picasso, Miró, Buñuel. Otros murieron
en la guerra o víctimas de la represión, los casos más notorios fueron los de
Federico García Lorca (fusilado en 1936 por militares sublevados) y Miguel
Hernández (cárcel de Alicante en 1942).
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Un último dato: el 26 de agosto de 1944 se
liberaba París del poder nazi y por los Campos Elíseos desfiló la 2ª División Blindada
del general Leclerc compuesta por antiguos miembros del Ejército
Popular Republicano. Un total de 120 hombres a bordo de tres carros
ligeros denominados Guadalajara, Teruel y Guernica. Eran nombres de lugares a
los que no podrían volver, habían luchado por la democracia y de nuevo las
democracias se olvidaron de ellos.
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