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En España el respeto es revolucionario. Fernando de los Ríos.

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La sociedad del XVIII. Las sopas económicas.

Reparto de sopa a los menesterosos. Museo de Historia de la Ciudad. Barcelona.


El recurso a las "sopas económicas" para socorrer a las poblaciones indigentes se generalizó en Castilla en los últimos años del siglo XVIII. De la frugalidad de esta sopa da idea el hecho de que los ingredientes para 50 personas eran éstos:


- Patatas, patacas, nabos, chirivías o zanahorias (16 Libras).
- Guisantes secos, judías, muelas, lentejas o algarrobas (4 Libras).
- Harina de cebada (4 Libras).
- Pan duro (4 Libras).
- Carne de puerco muy picada o manteca (1 Libra).
- Sal (1 Libra).
- Vinagre (3 Libras)
- Agua (75 Libras). 

1 Libra = 453,592 gramos.

La sociedad del XVIII: los grupos minoritarios. La represión de la población gitana.

Los grupos sociales minoritarios (judíos, gitanos) rompían con la uniformidad de comportamientos que perseguían los ilustrados. Grupos no asimilados al orden social existente, ante los que los gobiernos borbónicos adoptaron medidas para su integración, que no siempre respetaron la identidad de los grupos. Aunque las referencias a los judíos fueron minoritarias después de varios siglos de ser perseguidos, el rechazo en la memoria  popular todavía perduraba. No obstante, aquellos que todavía estaban en España merecieron un trato positivo por parte de Carlos III. En 1788, a los chuetas mallorquines se les autorizaba a habitar en cualquier barrio de la ciudad y a practicar cualquier oficio. La medida no tuvo muchos resultados prácticos, pues los chuetas, que dominaban buena parte del comercio al por menor, y prestaban dinero, incluso a los nobles, tenían una fuerte oposición popular.

Menos condescendientes fueron los ministros reformistas con el  problema gitano. Para los ilustrados, el vagar de los gitanos era algo difícil de encajar en su filosofía. Si numerosas y duras habían sido las acciones desde los Reyes Católicos contra esta minoría étnica, la política ilustrada no fue menos rigurosa. La política fue dirigida a la represión de sus costumbres (habla, trajes, bailes, etc.) y a terminar con su nomadismo, obligándoles a tener oficio conocido y residencia fija. En 1749, fueron apresados más de 12 000 gitanos y en la Pragmática de 1783, dictada por Carlos III, se les conminaba al cumplimiento rápido de las órdenes de asimilación. Si las contravenían serían marcados con un hierro candente en la espalda, y si reincidían serían condenados a la pena de muerte. Se culminaba así una persecución secular hacia el pueblo gitano, que condujo a miles de ellos a las galeras, al destierro y, desde luego, a la marginación social En general, la Real Pragmática cumplió su misión y la mayoría de gitanos quedaron avecinados, es decir, controlados como cualquier ciudadano. En realidad, en la mentalidad ilustrada, esta persecución de los gitanos tuvo mucho que ver con el intento de acabar de raíz con el problema de los vagabundos y mendigos.   

VV.AA: Geografía e Historia de España. 3º BUP. 

Necesidad de Instrucción por Jovellanos.

Si deseáis este bien, si estáis convencidos de que la prenda más segura de él es la instrucción pública, dad este primer paso hacia ella. Reflexionad que las primeras letras son la primera llave de toda instrucción, que de la perfección de este estudio pende la de todas las demás, y que la instrucción unida a ella es la única que querrá o podrá recibir  la gran masa de nuestros compatriotas. Llamados por su condición al trabajo desde que raya su juventud, su tiempo debe consagrarse a la acción, no al estudio. Reflexionad, sobre todo, que sin este auxilio la mayor proporción de esta masa quedará perpetuamente abandonada a la estupidez y miseria (...) porque donde la propiedad individual está acumulada en tan pocas manos, ¿a que podrá aspirar un pueblo sin educación sino a la servil y precaria condición de jornalero? 
Ilustradle, pues, en las primeras letras, y refundid en ellas todas la educación que conviene a su clase. Ellas serán entonces la verdadera educación popular. Abridle así la entrada a las profesiones industriosas y ponedle en los senderos de la virtud y de la fortuna. Educadle y, dándole así un derecho a la felicidad, labraréis vuestra gloria y la de vuestra patria. 

G.M. de JOVELLANOS, Memorias sobre la instrucción pública, 1782. 

Causas del atraso científico. Benito Jerónimo Feijoo

No es una sola, señor mío, la causa de los cortísimos progresos de los españoles en las facultades expresadas, sino muchas, y tales, que aunque cada uno por sí sóla haría poco daño, el complejo de todas forman un obstáculo casi absolutamente invencible. 
La primera es el corto alcance de algunos de nuestros de profesores. Hay una especide de ignorantes perdurables, precisados a saber siempre poco, no por otro razón, sino porque piensan que no hay más que saber que aquello poco que saben. Basta nombrar la nueva filosofía, para conmover a éstos el estómago. Apenas pueden oír sin mofa y carcajada el nombre de Descartes. Y si les preguntan qué dijo Descartes, o qué opiniones nuevas propuso al mundo, no saben ni tienen qué responder. 
La segunda es la preocupación que reina en España contra toda novedad. Dicen muchos, que basta en las doctrinas el título de nuevas para reprobarlas, por que las las novedades en punto de doctrina son sospechos.

Feijoo, 1760

Tratado de Utrecht entre España y Gran Bretaña.

 Artículo 2. Siendo cierto que la guerra que felizmente se acaba por esta paz, se empezó y se ha continuado tantos años con suma fuerza, inmensos gastos y casi infinito número de muertes por el gran peligro que amenazaba a la libertad y salud de toda la Europa la estrecha unión de los Reinos de España y Francia, y queriendo arrancar del ánimo de los hombres el cuidado y sospecha de esta unión, y establecer la paz y tranquilidad del orbe cristiano con el justo equilibrio de las potencias [que es el mejor y más sólido fundamento de una amistad recíproca y paz durable], han convenido así el Rey Católico como el Cristianísimo en prevenir con las más justas cautelas que nunca puedan los Reinos de España y Francia unirse bajo de un mismo dominio, ni ser uno mismo Rey de ambas Monarquías. 

Artículo 10. El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensa y fortalezas que le pertenecen [...]. 

Artículo 11. El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede también a la Corona de la Gran Bretaña toda la isla de Menorca [...].

rtículo 12. El Rey Católico da y concede a Su Majestad Británica y a la compañía de vasallos suyos formada para este fin la facultad para introducir negros en diversas partes de los dominios de Su Majestad Católica en América, que vulgarmente se llama asiento de negros; el cual se les concede con exclusión de los españoles y de otros cualesquiera por espacio de treinta años continuos [...].

Tratado de paz entre la Corona de España y la de Gran Bretaña, firmado en Utrecht el 13-VII-1713

ANÁLISIS

Mientras la guerra continuaba en la Península, se desarrollaban en Londres negociaciones para alcanzar un acuerdo ya que la situación internacional había cambiado al morir el emperador austriaco José I y sucederle en el trono el archiduque Carlos. Esto implicaba que si Carlos recibía la herencia española su imperio sería formidable y rompería el equilibrio europeo. Por ello Gran Bretaña y Holanda retiraron su apoyo al candidato austriaco y se avinieron a negociar con Francia y España. Se alcanzó un acuerdo en Utrecht en 1713.
La paz de Utrecht fue un conjunto de once tratados en los que se regulaba la sucesión española, y también muchas otras cuestiones. Las principales decisiones que se tomaron fueron estas: Felipe V era reconocido como rey de España a cambio de su renuncia a los derechos al trono francés. España perdía los Países Bajos, Milán, Nápoles y Cerdeña, que pasaban al emperador Carlos, y Sicilia, que pasaba a Saboya; además Portugal ampliaba su territorio brasileño a costa de España hacía el Mar de la Plata, donde fundó la colonia de Sacramento.
Gran Bretaña mantenía la posesión de Menorca y Gibraltar, ocupados durante la guerra, y obtenía dos importantes concesiones comerciales: el llamado asiento de negros, por el que España le reconocía el monopolio para introducir esclavos africanos en América durante treinta años, y el navío de permiso, es decir, la posibilidad de enviar cada año un barco cargado de mercancías para venderlas en América.

La introducción de esclavos negros en la América española por los británicos


Una de las consecuencias del Tratado de Utrecht fue el permiso que España concedió a Gran Bretaña para introducir esclavos negros en las posesiones españolas en América.

(...) deseando entrar en esta dependencia la Reyna de la Gran Bretaña, y en su nombre la Compañía de Inglaterra (...)  He venido, por mi Real Decreto de doce de este presente mes (marzo de 1713), en admitir y aprobar las expresadas quarenta y dos condiciones contenidas en el citado pliego, en la forma que abaxo irán expuestas, (...)

Primeramente: (...) ofrece y se obliga su Magestad Británica por las personas, que nombrará y señalará para que corran y se encarguen de introducir en las Indias Occidentales de la América pertenecientes á su Magestad Católica, en el tiempo de los dichos treinta años, (...) es á saber, ciento quarenta y quatro mil negros, piezas de Indias, de ambos sexós, y de todas edades, á razon en cada uno de los dichos treinta años de quatro mil y ocho cientos negros, piezas de Indias: con calidad que las personas que pasaren á las Indias á cuidar de las dependencias del Asiento, eviten todo escándalo, porque si los dieren serán procesados y castigados  (...)

Que por cada negro, pieza de Indias, de la medida regular de siete quartas, no siendo viejos, ni con defectos, segun lo practicado y establecido hasta aqui en las Indias, pagarán los Asentistas treinta y tres pesos escudos de plata, y un tercio de otro en cuya cantidad se han de entender y serán compreendidos todos y quelesquier derechos así de alcabala, sisa, unión de armas, boquerón, como otros qualesquiera de entrega y regalía, que estubiesen impuestos, ó en adelante se impusieren, pertenecientes á su Magestad Católica, sin que se pueda pedir otra cosa: y que si algunos se cobrasen por los Gobernadores, Oficiales Reales, ú otros Ministros, se hayan de abonar á los Asentistas en cuenta de los derechos que hubieren de pagar á su Magestad Católica de los dichos treinta y tres pesos escudos de plata, y un tercio de otro, en virtud de testimonio auténtico, el qual no ha de poder negar ningún escribano, á cuyo fin se ha de expedir Cédula general en la más amplia forma (...)

Que los dichos Asentistas anticiparán á su Magestad Católica, para ocurrir á las urgencias de su Corona, doscientos mil pesos escudos, (...) Que los dichos Asentistas han de tener la facultad, (...) que si reconociesen ser necesario para el beneficio de su Magestad Católica y de sus vasallos el introducir mas número de negros, lo han de poder executar (...)  Que los dichos Asentistas han de tener la libertad de emplear en este tráfico, para la conducción de sus armazones, los navíos propios de su Magestad Britanica, y de sus vasallos, ó de otros que pertenezcan á los de su Magestad Católica, pagandoles sus fletes, y con la voluntad de sus dueños, tripulados de marinería inglesa, ó española, á su elección; [...]. 

(Recogido por JOSÉ LUIS GÓMEZ ORDÁÑEZ en Historia de España, ed. Labor) 


Retrato de Jovellanos por Goya, análisis de Antonio Muñoz Molina.


Lo que es nuevo, lo que nos alude siempre, es esa mirada la expresión de esa boca, la incómoda actitud entre ansiedad y esperanza. Una cara así no la había mostrado hasta entonces la pintura. Los reyes, los poderosos del Antiguo Régimen, incluso el espectral Carlos II, posan con una plena conciencia de su lugar de privilegio en las jerarquías inmutables del mundo. Pueden ser incompetentes, o abúlicos, o directamente idiotas; pueden saber que su reino está desmoronándose mientras ellos se plantan delante de ese subordinado que es siempre el pintor. Pero en ningún momento dudan de la posición que ocupan.

Jovellanos no. Jovellanos se sienta en el sillón oficial y apoya el codo en la mesa y parece que no está seguro de que mantendrá el equilibrio. Sin peluca, con una casaca gris claro, sin condecoraciones ni insignias, Jovellanos es un burgués y un advenedizo que por las circunstancias de la vida ha recibido un nombramiento y ocupa un despacho, pero él sabe que está de prestado en ese lugar, y todavía no llega a acostumbrarse a él, y agradece, en medio de tantos extraños, la cara de un amigo. Y aunque es ministro de un rey absoluto su misión va más allá de los protocolos rancios y de la salvaguarda de los privilegios: siendo un ilustrado, un literato con vocación de servicio público, ha aceptado el cargo como una oportunidad de poner en práctica sus principios, de trabajar en la tarea abrumadora de sacar al país del oscurantismo y el atraso. Los símbolos tradicionales del poder -el cortinaje, la mesa imponente- le son de muy poca asistencia, igual que la protección alegórica de la diosa Minerva. Para diosas está el mundo. Jovellanos mira la tarea la colosal que tiene por delante, mide sus propias fuerzas y tal vez comprende que son muy inferiores a su entusiasmo; y su mirada, a la vez vuelta hacia su propia conciencia y atenta al exterior, parece que ve los obstáculos que no sabrá vencer, no por ¡falta de inteligencia ni de coraje, sino tan sólo por la escala enorme de las energías políticas que serían necesarias para lograra algo en un país en el que no hay casi nada, y en el que la decencia y la capacidad de servicio público con más inconvenientes que ventajas. 

Antonio Muñoz Molina, El atrevemiento de mirar. Pág. 40-41.  

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