La división territorial del espacio español se produjo en el marco de la racionalización administrativa que los Borbones intentaron llevar a cabo en el siglo XVIII. Consecuencia de ese propósito fue la eliminación de los antiguos virreinatos (que solo se mantuvieron en las posesiones de ultramar) y su sustitución por demarcaciones provinciales, al frente de las cuales se situó un capitán general que ejercía como gobernador que reunía atribuciones administrativas y militares. El mapa provincial del siglo XVIII tiene notables semejanzas con el actual, por ejemplo la creación de provincias que han modificado poco sus límites, como Madrid, Soria, Cuenca, Guadalajara, Segovia, Ávila, Zamora, Jaén, Córdoba, Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, etc.. Sin embargo, contiene también notables diferencias: - Las actuales comunidades de Galicia, Aragón, Cataluña, Valencia y Extremadura, principalmente, eran entonces consideradas provincias únicas, no produciéndose su fragmentación hasta la división provincial del siglo XIX. - Notable atomización de determinadas zonas, como Toro, que, además de tener categoría provincial, se halla dividida en dos porciones separadas por Valladolid. En general, se observa una mayor unificación de los territorios en las zonas más alejadas del centro, con objeto de simplificar su administración. En cambio, a las zonas tradicionalmente más cercanas a la Corte se le permitió gozar en mayor grado de sus peculiaridades (Ávila, Segovia, Valladolid, Toro, Palencia, etc..). |
NUEVA PLANTA. ESTRUCTURA ADMINISTRATIVA DE LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII.
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