Documento 1. Síntesis.
Sengbe Pieh fue capturado a fines de enero de
1839 y llevado a Lomboko, isla cercana a Sulina, en la costa de las Gallinas
donde fue vendido al negrero español Pedro Blanco. En marzo, junto con cautivos
mendes, konos, sherbros, temnes, kissis, gbandis y lomas fueron embarcados en
la goleta Tecora, que en junio llegó a La Habana. En la subasta Sengbe y
cuarenta y ocho de sus compañeros fueron comprado al precio de 450 dólares por
cabeza por José Ruiz, español propietario de una plantación en Puerto Príncipe.
Pedro Montez, otro español que se dirigía al mismo puerto, compró cuatro niños,
tres hembras y un varón. El 26 de junio iniciaron viaje hacia Puerto Príncipe
en la goleta Friendship, traducida como Amistad cuando la nave quedó
matriculada como propiedad de un súbdito español.
Durante el viaje Sengbe logró liberarse de
sus cadenas y amotinar el barco produciéndose la muerte del capitán Ferrer.
Sengbe y sus compañeros se hicieron con el control del barco, respetaron la
vida de Montez y Ruiz, e intentaron navegar hacia donde sale el Sol, hacia el
este, hacía África. Sin embargo, la goleta siguió un rumbo en zigzag durante
dos meses hasta que finalmente fue capturada por la marina estadounidense y
llevaba a New London, en Connecticut, donde se celebraría el juicio.
El caso Amistad, ampliamente publicitado por
la prensa, aglutinó al movimiento abolicionista estadounidense, logrando formar
un “Comité Amistad” formado, entre otros, por Joshua Leavitt, director del Emancipator,
órgano oficial de la Sociedad Antiesclavista y Lewis Tappan, comerciante
neoyorkino y prominente abolicionista. La defensa legal contó con Roger
Baldwin, Seth Staple y Theodore Sedgwick en los diferentes procesos que
atravesó el caso y finalmente con el expresidente John Quincy Adams en la Corte
Suprema de los Estados Unidos.
Durante el juicio Montez y Ruiz, de manera
fraudulenta, habían intentado demostrar que los esclavos no habían sido
importados recientemente, para evitar que se les culpara de violar los tratados
sobre la trata de esclavos firmados por España.
El ministro plenipotenciario en Estados Unidos, Ángel Calderón de la
Barca, escribió al Secretario de Estado John Forsyth, solicitando la liberación
y el regreso a Cuba ya que “ningún tribunal de los Estados Unidos tiene derecho
a instruir procedimientos contra súbditos españoles o imponerles castigos por
crímenes cometidos a borde de un buque español”.
Al presidente de los Estados Unidos, Martín
Van Buren, el caso Amistad le estalló en medio de una campaña presidencial y
confiaba que los tribunales ordenarían el regreso de los cautivos a Cuba,
quitándole de encima la presión política tanto de los sureños proesclavistas
como del gobierno español. Sin embargo, la sentencia de la Corte Suprema
demostró que los cautivos del Amistad habían sido secuestrados y vendidos como
esclavos en violación de los tratados firmados por España; eran legalmente
libres y debían, por lo tanto, ser llevados de regreso a África.
Arthur Abraham.: La rebelión del Amistad.
Patrimonio histórico de Sierra Leona y Estados Unidos.
Documento 2. Trata clandestina y actuación de
las autoridades españolas.
La rebelión más célebre, la historia más
difundida de las que acaeció en un barco negrero español, corresponde al caso de
la goleta Amistad. El 1 de julio de 1839 el pasaje de un pequeño barco negrero
que hacía la ruta entre La Habana y posiblemente Guanaja, en Puerto Príncipe,
se sublevó y tomó el control del navío. En la lucha sostenida, encontraron la
muerte el capitán Ramón Ferrer y un cocinero; dos miembros de la
tripulación consiguieron escapar.
Los 49 africanos del Amistad formaban parte
de un cargamento procedente de Sierra Leona, de 600 o 700 esclavos, llegado a
La Habana unos diez días antes y encerrado en el barracón que estaba situado
cerca de la casa de verano del gobernador, a cuenta del negrero Pedro Martínez.
Puestos a la venta, los había comprado el español José Ruiz Carrías, siguiendo
instrucciones de su tío, el destacado comerciante de Puerto Príncipe Saturnino
Carrías, socio de ocasión de Ferrer. Con él iba Pedro Montes, que había
adquirido por su cuenta tres muchachas y un niño de corta edad. La sublevación
tuvo lugar al cuarto día de haber dejado La Habana rumbo al este de la isla.
El episodio se inscribía en la trata
clandestina, perseguida por el acuerdo el acuerdo internacional entre Gran
Bretaña y España de 1817 y la ley española de represión de la trata de 1835,
pero el comercio transatlántico, que estaba prohibido y era delito en los
Estados Unidos desde 1808 cuando se pretendiera introducir esclavos en el país,
quedaba fuera de la competencia jurisdiccional de esta nación, que se había
negado a suscribir acuerdos internacionales similares y no lo haría hasta 1862.
Por el contrario, los comerciantes, reacios a perder la inversión, pidieron a
las autoridades que les restituyeran su propiedad legal y permitieran que la
carga humana fuera llevada a Cuba. A su favor esgrimieron los traspasos, el
papel que justificaba la titularidad legal de los propietarios, la pretendida condición
de ladinos y la licencia para llevarlos de un punto a otro de la isla, circunstancias
que revelaban a todas luces, según tuvo ocasión de ser expuesto en el juicio,
la corrupción de la administración española.
Las autoridades españolas, a su vez,
reclamaron la devolución del barco y de los negros, acusados del crimen
del capitán y el tripulante, para ser
juzgados en La Habana. El embajador español en Washington alego que no se
tuviera en consideración las acusaciones de los esclavos en contra de sus amos
en tribunal alguno, como así “está recibido en todo el mundo". La
administración presidencial se inclinó por la restitución del barco y la carga
a los españoles, a lo que se opuso el Congreso. El caso obtuvo por estos
motivos una amplia resonancia en la opinión pública y sirvió para reactivar la
campaña contra la esclavitud en los Estados Unidos. Era la primera vez desde
que se prohibiera la importación de esclavos en 1807 que se juzgaba por un
tribunal del norte un episodio de estas características.
José Antonio Piqueras. La esclavitud en las Españas. Un lazo trasatlántico. Madrid, La
Catarata, 2011.
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