UNIDADES DIDÁCTICAS

En España el respeto es revolucionario. Fernando de los Ríos.

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SEXENIO DEMOCRÁTICO. REINADO DE ALFONSO XII Y SISTEMA CANOVISTA.

Programa de radio. Fecha de emisión: 17/01/2009.
Sinopsis:
La revolución de Septiembre de 1868, llamada "la Gloriosa", fue el último intento revolucionario en que la burguesía se levantó, secundada por gran parte del pueblo pidiendo libertad. Fue un periodo muy convulso en el que se sucedieron cuatro presidentes de la República y luchas de todo tipo. La vuelta de Alfonso XII se produce gracias a un valedor: Antonio Cánovas del Castillo y intereses esclavistas en Cuba,
Participantes.
Martínez Alvarez, Josefina
Realización. Baeza, Isabel.
Técnico. Orozco, Margarita



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VIDA COTIDIANA DURANTE LA SEGUNDA REPÚBLICA



Las imágenes que he utilizado para realizar la presentación pertenecen al Archivo Regional de la Comunidad de Madrid/ Fondo Martín Santos Yubero.

LA PRIMERA REPÚBLICA, EL INTENTO DE UNA ESPAÑA DIFERENTE





Durante los casi dos años que transcurrieron desde la renuncia de Amadeo de Saboya hasta la proclamación de Alfonso XII, en España hubo unas expectativas de modernización que pronto se vieron defraudadas.
Este documental, elaborado por Luis Zaragoza, analiza cómo actuaron los partidos políticos, el Ejército, la aristocracia y otros sectores de la sociedad. En él intervienen los catedráticos de Historia Contemporánea Ángel Bahamonde, José Antonio Piqueras, Pere Gabriel y Juan Sisinio Pérez Garzón.
Procedente del Fondo Documental de RNE, se escucha también la opinión de José María Jover Zamora, fallecido en 2006, cuyo discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia versó sobre la Primera República.
Todos ellos explican la situación por la que atravesaba España, agravada por la tercera guerra carlista, el papel que desempeñaron los cuatro jefes de gobierno que hubo en once meses (Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar) y hasta qué punto la insurrección cantonal aceleró el fin de la República.

BRIGADAS INTERNACIONALES

 FOTOS DEL ARCHIVO PERSONAL DEL BRIGADISTA SUIZO HANS HUTTER

La participación de los cerca de 800 voluntarios suizos en la Guerra Civil española (1936-1939) está bien documentada gracias a la meticulosa labor de Hans Hutter. El ex brigadista anotó todas sus vivencias en cuadernos. Sus diarios y fotografías son de un incalculable valor histórico.



El frente de Aragón en Alcubierre, a mediados de octubre de 1936: La Esquerra Republicana y el Estat Català forman la Columna Macià-Companys. (Archivo de Historia Contemporánea, EPF Zúrich)



Listos para el avance. El comandante a la derecha observa el enemigo. La carretera serpentea hacia el puerto hasta donde llegamos despejando el camino con fuego de artillería. (Archivo de Historia Contemporánea, EPF Zúrich)



"En la sierra no había agua potable, por eso era necesario traerla desde lejos." (Archivo de Historia Contemporánea, EPF Zúrich)


Visita a los heridos de la centuria Thälmann en Barcelona. (Archivo de Historia Contemporánea, EPF Zúrich)



"¡Nuestros camaradas españoles estaban contentos por los buenos zapatos! Está bien que no sepan en Italia cómo fueron sepultados. ¡Aunque mejor que cómo trataron a los abisinios!" (Archivo de Historia Contemporánea, EPF Zúrich)




Fiesta por la toma de Teruel, cuatro semanas antes de mi estancia en el hospital. Orihuela. (Archivo de Historia Contemporánea, EPF Zúrich)

LA MEMORIA, LA HISTORIA, EL OLVIDO

En un lugar escogido de la biblioteca del monasterio de Wiblingen se alza una soberbia escultura barroca. Es la doble figura de la historia. Delante, Cronos, el dios alado. Es un anciano con la frente ceñida; su mano izquierda sujeta un gran libro del que la mano derecha intenta arrancar una hoja. Detrás y en posición dominante, la historia misma. Su mirada es seria, escrutadora; un pie vuelca una cornucopia de la que se desliza una lluvia de oro y plata, signo de la inestabilidad; su mano izquierda detiene el gesto del dios, mientras que la derecha exhibe los instrumentos de la historia: el libro, el tintero, es estilete.


Así comienza el libro de Paul Ricoeur, La memoria, la historia y el olvido. Una invitación para su lectura y reflexionar al margen de los tópicos sobre las relaciones entre memoria e historia. 





Interesante puesta al día.

El tema de la violencia en la España de la guerra civil y de los años siguientes, en los que se siguió procesando por delitos de guerra, necesitaba no solo una actualización, sino un nuevo planteamiento. Lo que aquí se ofrece no es un simple estado de la cuestión que añada a lo ya sabido las aportaciones de lo que se ha investigado en la última década, sino una nueva forma de enfrentarse al problema a través de tres estudios, precedidos de una visión de conjunto de Francisco Espinosa. José María García Márquez se ocupa, en una innovadora investigación local, de la parcela peor conocida: la del terror azul que siguió de inmediato al triunfo del golpe militar. José Luis Ledesma analiza la violencia roja en la zona republicana y Pablo Gil Vico la represión judicial militar desde sus inicios en 1936 hasta 1950. Hay mucho de nuevo en este libro.

 Esta es la primera vez, por ejemplo, en que el terror rojo y el azul son examinados con el mismo rigor. Más allá de las cifras, además, la aproximación a los casos individuales que permite la investigación en los archivos da un extraordinario calor humano a esta terrible historia. 


Represión franquista

Violencia en zona republicana

Balance de la represión
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TIERRA Y LIBERTAD. 100 AÑOS DE ANARQUISMO EN ESPAÑA. ENTREVISTA A JULIÁN CASANOVA.



LIBRO: EL MITO DE LA TRANSICIÓN

Entrevista a Ferrán Gallego, autor de "El mito de la Transición": "La élite del franquismo fue la que controló la Transición" (Ferrán Casas - publico.es)
(Ferrán Gallego es profesor de Historia Contemporánea de la UAB, veterano comunista y ex-colaborador de FAES, escruta el período entre 1973 y 1977)
Ferran Gallego ha hecho un trabajo (editado por Crítica y que se presentó ayer en Madrid) prolijo en citas, datos y hemeroteca. El lector encontrará perlas como cuando el rey dijo que, visto Arias Navarro, echaba en falta a Carrero Blanco. El mito de la Transición cae con Gallego, que incide en la “ejemplaridad negativa” de que altos cargos del régimen siguieran en el poder sin recibir reproche alguno.


¿El mito impide acercarse científicamente a la Transición?

Sí, va contra la complejidad del proceso. Se resalta el consenso pero entre la muerte de Carrero y las elecciones del 77 más que consenso hay movilización, combate social y partidos ilegales. Pero eso no es lo que nos transmiten sino acuerdo, renuncia a lo individual... Lo que hubo fue un choque de trenes entre las familias del franquismo y las de la oposición.
¿La Transición acabará siendo más célebre como proceso histórico o como muestra de autocomplacencia?
No tienen por qué ser dos cosas alternativas. En la medida en que el proceso se deforma es autocomplaciente. Los franquistas no se van y eso se simplifica a partir de premisas falsas. Siempre hay visiones positivas y almibaradas. Sólo hacen un juicio negativo los laminados por la Transición, como lo que queda del PCE. Entonces, no lo hicieron y fueron más partidarios que el PSOE de las renuncias y los consensos.
El principal fruto político de la Transición es la Constitución. ¿Debe sorprender la forma en que algunos satanizan su reforma?
En tu afirmación hay un elemento ideológico juzgándola de principal fruto. Para mí, el principal fruto es que se consigue que la élite política del franquismo controle el proceso de reforma y que, pese a llevarlo más lejos de lo que quería, siga controlando el aparato del Estado. El bloque social que apoyó el franquismo es intocable. Ningún sector económico se ve afectado y la Iglesia mantiene privilegios. La Constitución nace acompañada de unas instituciones controladas por la élite del régimen anterior. Su postergación llega gracias a las presiones sucesivas. La Constitución no parte de cero, no viene de la ruptura sino del reformismo franquista de la UCD. La satanización viene de la pretensión de reformar el modelo de Estado. El PP entiende que rompería el sacralizado y mitificado pacto constitucional. El tema del nacionalismo es el que se resolvió peor.
¿El encaje de las naciones del Estado queda pendiente?
Sí, pero también la forma de Estado entre monarquía o república. Sólo el PSOE mantuvo la tensión republicana pero el conjunto de la izquierda aceptó presentar la República como algo viejo y la monarquía como lo moderno. La monarquía tiene su legitimidad y origen no en la Constitución sino en el franquismo. El tema se ha excluido del debate político. Lo único que le preocupa al PSOE es si Leonor podrá o no ser reina. Es un ejemplo de tema pendiente pero también está el poder de la Iglesia, la escuela privada o la memoria histórica. En ningún momento se discutió la estructura del poder económico. Lo del nacionalismo fue, además, el origen de la crisis de la UCD. Nadie quedó satisfecho y de ahí el problema.
La receta histórica de la izquierda era la autodeterminación…
Sí, se hablaba del Estado multinacional. Conceder ese derecho no sé si habría sido la solución… Hablar así son términos de laboratorio. Habría sido necesario dar más derechos a territorios con identidad nacional como ya se hizo durante la República. Pero eso no se pudo conseguir debido a la correlación de fuerzas. CiU, por ejemplo, tenía más interés en impedir la hegemonía de la izquierda en Catalunya que la autodeterminación.
¿Podemos dar por acabada la Transición viendo la viveza del debate de la memoria histórica?
Es que en los setenta fue imposible. Ahora es otra cosa. Uno de los temas fundamentales de la Transición, que la historiografía oficial desdeña, fue legitimar el régimen franquista con un reconocimiento implícito. Fue el régimen el que preparó las primeras elecciones. No se estableció una continuidad con la democracia previa y llevaron la voz cantante el rey, Suárez o Martín Villa.
¿No fue entonces candidez de la izquierda sino de la correlación de fuerzas?
En la izquierda hubo errores de apreciación, como cuando el PCE reducía el franquismo a poco más que Franco y su familia. La sorpresa es cuando el franquismo tiene 10 millones de votos en el 77 a través de AP y UCD. Hay otro error de la izquierda. Cuando Suárez toma la iniciativa en el 76 con la amnistía y la reforma, la izquierda se parte e intenta consolidar su espacio.
¿El voto a UCD era franquista?
Bueno, es una pregunta provocadora. Es un voto que viene del franquismo. La UCD se apoyó en una gran cantidad de españoles que querían sólo la reforma. Suárez controlaba el aparato del Movimiento, sólo hay que ver las listas del partido en el 77. La suerte de UCD es que a su derecha tiene AP, que sólo contempla el aperturismo. El PSOE afirmó con razón que el peligro franquista estaba en UCD, que ganó con los gobernadores civiles.
¿Sorprende que la izquierda enarbole con tanta o más pasión que la derecha las banderas de Suárez o la monarquía?
No en la medida en que el compromiso con el pacto de la Transición lo incluye. El partido que ha gobernado más, el PSOE, difícilmente puede renegar. En el momento clave del proceso se hizo un pacto de élites.
¿Hay que anotar algo en el haber de la izquierda?
La crisis del franquismo y los inicios de la Transición. Nunca hubo determinación de los franquistas (aperturistas o no) para dar paso a la democracia. Suárez dijo que teníamos un estado de derecho y que para qué queríamos otro. La izquierda quiso la ruptura pero forzó la reforma. Entre 1973 y 1976 los del régimen que después harían la Transición no querían una nueva Constitución.
Las renuncias se vinculan al ‘ruido de sables’…
Carrillo propuso al PCE aceptar al rey y la bandera apelando a la involución militar. Existe como coartada pero lo único cierto es que cuando se intentó, la involución fracasó porque ni los sectores del franquismo la querían. A partir del 81 se toman medidas como la LOAPA para evitar ir demasiado lejos. Había miedo de que más sectores que en el 23-F se sumaran al golpismo.
¿El mito de la Transición se usa con carácter involutivo?
Sí, por ejemplo cuando se lamenta que se rompa el espíritu de la Transición con medidas como la ley del aborto. En política el consenso no es lo normal. Lo es el conflicto entre opciones y de ahí la democracia. No hay un pacto que nos ate a la Constitución, que fue producto del momento.

…EL CAMBIO POSIBLE por Rubén Guijarro (antiguo alumno).

Aunque “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.” (Artículo 1, apartado 2 de la Constitución española), y los ciudadanos tengamos derecho a “participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes,” (artículo 23), el único acto vinculante de soberanía que podemos ejercer los españoles es elegir qué partido político nos representará durante los próximos 4 años. El resto de decisiones de Gobierno quedan delegadas en nuestros representantes, y lo llaman democracia.



Parece que a nadie le importe que la participación directa de los ciudadanos en los asuntos de Gobierno quedara reducida a su mínima expresión en el texto constitucional. Quizá fuera una medida necesaria para proteger la estabilidad de la nueva “democracia” que se estaba desarrollando en España. Sin embargo, hoy en día, dicha medida supone una excesiva dependencia de la ciudadanía respecto a nuestros “representantes” políticos, y convierte a nuestro actual sistema en una democracia de segunda fila.
Los partidos políticos que han gobernado desde la ratificación de la Constitución nada han hecho por desarrollar nuevas formas de participación directa. A sabiendas de que el sistema electoral les favorece y que nada pueden hacer los ciudadanos para controlarlos hasta las siguientes elecciones, la clase política se ha dedicado a gobernar para el pueblo, pero sin el pueblo, limitando el desarrollo del país a los periodos (pre)electorales: verdaderos “sprits” dónde los políticos nos bombardean con proyectos que no han considerado oportuno proponer/realizar durante los 4 años anteriores.
(¡Aike, lo bien que nos iría si hubiera elecciones tos los años!)
Los ciudadanos: ¿fuente de la soberanía y de los poderes del estado?
Además de elegir a nuestros representantes, se supone los ciudadanos tenemos el deber de controlar que sus decisiones sirven a nuestros intereses colectivos, una labor que no estamos realizando por diversos motivos. El más importante, a mi juicio, es la falta de instrumentos en nuestro ordenamiento jurídico para desempeñar dicho control, aunque no menos importante es la falta de información y de formación necesaria para realizarlo de forma efectiva. Estrategias todas ellas con un único objetivo, neutralizar el control ciudadano, ya que no hay mayor pesadilla para un “político” que una ciudadanía informada y capaz de pensamiento crítico.
No ha sido hasta hace bien poco que el Gobierno ha decidido implementar la recomendación del Consejo de Europa (ya que no hay que echar flores a quien no se las merece… No nos creamos todo lo que nos digan en la tele) de introducir en el currículo de la enseñanza obligatoria una formación específica que aborde los principios teóricos y prácticos de la Democracia. Una asignatura dirigida a fomentar el pensamiento crítico, a desarrollar las habilidades para defender el punto de vista propio en un debate, a enseñar a valorar las aportaciones de quienes discrepan, y a conocer tanto la organización política del Estado como los derechos que tenemos reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución española, primer paso para defenderlos.
Educación para la Ciudadanía es una asignatura cuyo objetivo es proporcionar a los futuros ciudadanos (término en el que me gustaría hacer hincapié) conocimientos y capacidades suficientes para poder gobernarse por sí mismos, y constituye un importante pilar para una sociedad libre. Por eso, resulta sorprendente que políticos en activo se opongan abiertamente a la implantación generalizada de una formación que tan bien les hubiera venido (a algunos) para desempeñar sus cargos de “administradores de la soberanía popular”. Sin embargo, esta formación por sí sola no es suficiente si no se disponen de mecanismos adecuados para canalizar la voluntad popular.
La Iniciativa Popular limitada a proposiciones de ley
En Derecho Constitucional nos dicen, como si de un “padrenuestro” se tratara que el más importante mecanismo de participación directa de la ciudadanía en los asuntos públicos y de gobierno es la Iniciativa Popular, mediante la cual un número suficiente de electores pueden exigir la consideración política de un determinado asunto público. En España, la única modalidad contemplada de Iniciativa Popular es aquella que permite realizar proposiciones de ley sobre asuntos no relacionados con leyes orgánicas (como, por ejemplo, las leyes que regulan el régimen electoral, la propia iniciativa popular (Lo que hay que ver…), el referéndum, el Poder Judicial, el Defensor del Pueblo, el código penal, la educación o la libertadad sindical, por citar algunas de las muchas que hay). Tampoco se puede utilizar para decidir sobre asuntos tributarios o de carácter internacional (Art. 87).
Es muy triste, e incluso bochornoso que no se permita el uso de tan importante mecanismo de participación ciudadana para modificar el ordenamiento político del Estado, ni para exigir la convocatoria de un referéndum sobre decisiones que la ciudadanía considere importantes y que no pueden esperar a los siguientes resultados electorales (como, por ejemplo, una intervención armada).
Además, dado que sólo se insta la tramitación parlamentaria de proposiciones de ley, no existe ninguna obligación por parte de las Cortes de debatir seriamente la propuesta o realizar una contrapropuesta. Así se explica que ninguna de las más de medio centenar de propuestas de Iniciativa Legislativa Popular presentadas hasta la fecha hayan superado su tramitación parlamentaria (en el buscador del Congreso, seleccionar todas las legislaturas e “Iniciativa Legislativa Popular” en tipo de iniciativa, puede resultar muy revelador).
La figura del Referéndum no vinculante
El otro gran mecanismo de participación directa de que disponen los ciudadanos es el referéndum, expresión máxima de la voluntad popular. Dicho mecanismo está regulado por el artículo 92 de la Constitución, que en su apartado primero sintetiza muy bien el espíritu paternalista de Carta Magna: “Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”. Así que no se establece la obligatoriedad de someter a referéndum las decisiones de especial importancia política. Por otro lado, se determina que de hacerse, el referéndum será consultivo o, lo que es lo mismo, no vinculante.
En el caso de que la palabra referéndum necesitase un adjetivo, el adecuado sería VINCULANTE, adjetivo que no aparece ni en la Constitución ni en la Ley Orgánica 2/1980, de 18 de enero, sobre Regulación de las Distintas Modalidades de Referéndum. (Me pregunto qué sentido tiene solicitar a los ciudadanos que se pronuncien sobre un asunto de Estado si no es para acatar la decisión que adopten).
Semejante medida solo se puede justificar desde el convencimiento de que los ciudadanos españoles no sabemos lo que nos conviene, a pesar de que se han votado afirmativamente a todas las propuestas realizadas en referendo hasta la fecha, acudiendo como ganado a las órdenes de los políticos.
Además, como colofón, el apartado tercero de dicho artículo establece que los referéndums sólo pueden ser convocados por el Presidente de Gobierno, y en ningún caso mediante Iniciativa Popular, por lo que en la práctica es un instrumento que carece de contenido.
(¿Quién mejor que los propios ciudadanos, de quienes emanan los poderes del Estado, para convocar un Referéndum?)
Historia de un inexistente derecho a la revocación de cargos públicos
Aunque parezca una obviedad decirlo, debo recordar que los cargos públicos trabajan para el conjunto de los ciudadanos, no para ellos mismos, ni para empresas privadas ni para particulares influyentes. Afirmo esto porque, a veces, parece que se olvidan de para quién deberían trabajar (claros ejemplos en los últimos años han sido los saqueos del Canon Digital o el de la Ley del Cine). Desgraciadamente, no existe ningún mecanismo para vetar su labor, al menos en España.
En este sentido, algunos Estados de EE.UU, Canadá y Venezuela han incorporado a los procesos de participación ciudadana la revocación de cargos, que permite a los ciudadanos desposeer de su cargo a cualquier funcionario o representante público. Este derecho, no contemplado en nuestra Constitución, sirve para apartar de la función pública a cualquier persona presuntamente corrupta y/o incompetente, y evita el fraude a la voluntad de los ciudadanos que supone el transfuguismo, (actualmente amparado en el artículo 67.2 de la Constitución).
De existir este derecho, nuestros representantes y los integrantes de la maquinaria del Estado tendrían mucho cuidado con lo que dicen y hacen, estarían más sensibilizados con las inquietudes de sus conciudadanos y nos ahorrarían bochornosos espectáculos como éste. A diferencia de la vía penal, no es necesario esperar a juicio ni sentencia firme, y se podrían castigar actuaciones cuestionables que no constituyen un delito, pero que los ciudadanos consideren inaceptables. Es un procedimiento rápido y democrático que mejoraría drásticamente la calidad de nuestros políticos.
Hasta el día en que esto sea posible, deberemos conformarnos con cambiar el sentido del voto en las siguientes elecciones, pero eso no garantiza que la persona en cuestión sea desposeída de su escaño, porque son los partidos políticos los que establecen el orden de sus listas, y dicha medida no afecta a los cargos que son nombrados por nuestros representantes o se obtienen por oposición. No hay manera de deshacerse de un mal Defensor del Pueblo, Gobernador del Banco de España, o Presidente del Gobierno sin desacreditar al partido que lo nombró (con el que se puede seguir estando de acuerdo).
Solución: ¿la denominada Segunda Transición hacia la Democracia?
En mi opinión, los padres de la Constitución dejaron en el tintero buena parte del concepto de Democracia. Por tanto, queda pendiente una reforma que desarrolle plenamente los mecanismos de participación directa de los ciudadanos en los asuntos públicos, hasta equipararlos con los mecanismos de representación de que disponemos en España, y con los derechos existentes en los países de nuestro entorno.
Creo que sigue existiendo en marcha una campaña de recogida de firmas para una “Propuesta de Reforma Constitucional para profundizar en la participación democrática“. La aprobación de las medidas que recoge la propuesta, que como hemos visto no puede plantearse como Iniciativa Legislativa Popular, abriría las puertas a la Democracia (con mayúsculas) en España y cambiaría nuestra realidad actual casi tanto como lo hizo la Constitución en su día.
Aunque recomiendo la lectura del (breve y claro) texto original, las ideas que plantea se deberían variar, en el sentido de otorgar más importancia a la iniciativa popular, en cuanto expresión directa de la voluntad popular, permitiendo su uso para:
• Crear o modificar leyes de cualquier rango, incluidas leyes orgánicas y la reforma constitucional (expresamente prohibido por el Art. 166). También derogar leyes ya aprobadas por el Parlamento.
• Ratificar o derogar tratados internacionales, aunque el Gobierno se oponga a hacerlo.
• Elegir y Revocar cargos públicos.
La reforma también recoge la obligatoriedad de someter a referéndum las propuestas elevadas al Congreso por Iniciativa Popular, pudiendo optar los ciudadanos entre apoyar la formulación original del proyecto, la modificada tras la tramitación parlamentaria (de haberla), o ninguna de las dos. De esta forma se evitaría que, como hasta ahora, se ignorasen las propuestas legítimas del pueblo soberano.
Por último, redefinir la figura del referéndum como una consulta vinculante en cuanto expresión directa de la voluntad popular, y se permitir su convocatoria en el ámbito local y autonómico a instancia de sus Gobiernos y/o ciudadanos, siempre que el tema consultado entre dentro de las competencias que son propias a dichas instituciones.
Estas propuestas no son sino la concreción práctica de los principios de la Democracia Directa, una forma de organización política más democrática que la actual y que, de implantarse, probablemente enriquecería el debate político, aumentaría la cohesión social, produciría consensos más sólidos y duraderos sobre las normas por las que nos regimos. También mejoraría la gestión del Estado y sus recursos, ya que obliga a los poderes del Estado a justificar más y mejor sus actuaciones, y deja siempre la última palabra en manos de los ciudadanos.
Conclusión
Una reforma Constitucional es urgente dado que:
1) Se elaboró bajo la supervisión de una dictadura militar.
2) No la han votado más del 68% de los españoles (y aumentando cada año).
LA DECISIÓN ES NUESTRA

Una lección de historia, homenaje a Miguel Hernández.

Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

En la calle de Alcalá, 1931

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura,
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.

No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.

En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.

II

El hambre es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende.
Y la ferocidad de nuestros sentimientos,
allá donde el estómago se origina, se enciende.

Uno no es tan humano que no estrangule un día
pájaros sin sentir herida en la conciencia:
que no sea capaz de ahogar en nieve fría
palomas que no saben si no es de la inocencia.

El animal influye sobre mí con extremo,
la fiera late en todas mis fuerzas, mis pasiones.
A veces, he de hacer un esfuerzo supremo
para acallar en mí la voz de los leones.

Me enorgullece el título de animal en mi vida,
pero en el animal humano persevero.
Y busco por mi cuerpo lo más puro que anida,
bajo tanta maleza, con su valor primero.

Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola.

Arroja sus estudios y la sabiduría,
y se quita la máscara, la piel de la cultura,
los ojos de la ciencia, la corteza tardía
de los conocimientos que descubre y procura.

Entonces solo sabe del mal, del exterminio.
Inventa gases, lanza motivos destructores,
regresa a la pezuña, retrocede al dominio
del colmillo, y avanza sobre los comedores.

Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara
dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.
Entonces sólo veo sobre el mundo una piara
de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.

Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,
tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,
el pan, el día, el hambre no tenga compartido
con otras hambres puestas noblemente en la boca.

Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera
hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente

El bulo (mundial) del Caudillo

El mito se desvanece. Franco no convenció a Hitler de que España debía abstenerse de entrar en la II Guerra Mundial. Fue el Führer quien creyó que su colaboración podía ser un lastre

El País, 24/10/2010
Ayer, 23 de octubre, se cumplió el 70º aniversario de la famosa reunión celebrada entre Franco y Hitler en la estación fronteriza de Hendaya. Fue la única ocasión en la que el Caudillo vio personalmente al Führer para poder agradecerle efusivamente la ayuda prestada por el dictador alemán durante la Guerra Civil. La reunión -incluida una cena de gala- duró nueve horas y su único resultado tangible fue un protocolo secreto redactado por los alemanes y acordado con los Gobiernos italiano y español en el que España se comprometió a intervenir en la guerra contra Inglaterra después de haber sido provista de la "ayuda militar necesaria para su preparación militar". Como contrapartida, Alemania facilitaría ayuda económica, alimentos y materias primas al régimen español, autorizando la "reincorporación de Gibraltar" a España y compensando el esfuerzo bélico del país con la cesión de unos "territorios en África" sin determinar.
Pocos años después comenzó la construcción de la leyenda de Hendaya por parte de los dirigentes del régimen y sus hagiógrafos, una leyenda que se iba convirtiendo en un pilar esencial del mito fundacional del franquismo. Según esta leyenda, fue la astucia de Franco la que le permitió resistir ante las presiones del dictador alemán para que España entrara en la guerra al lado del Eje. Haciendo gala de una hábil prudencia, el Caudillo supo parar las pretensiones del Führer y así salvaguardar la libertad de su país e impedir la catástrofe que hubiera supuesto un nuevo compromiso bélico. La construcción de esta leyenda se culminó con un éxito notable, pues todavía hoy día, y pese a las aplastantes pruebas aportadas por los historiadores en sentido contrario, la idea de que, gracias a una jugada táctica genial, Franco sacó a España de la II Guerra Mundial, es casi vox pópuli. Una parte no insustancial de este éxito se debe a las potencias occidentales a cuyos Gobiernos, en tiempos de la guerra fría, esta leyenda vino bien para justificar la incorporación de la dictadura franquista como nuevo aliado en el frente anticomunista, en lugar de eliminar este vestigio obsoleto del pasado fascista.

Sin embargo, 70 años después ya no puede haber lugar a la mitificación de aquel encuentro. Gracias a las investigaciones de varios historiadores, sabemos bastante bien lo que ocurrió antes, en y después de Hendaya, aunque una parte de las fuentes de la parte alemana se hayan perdido. El resultado no tiene mucho que ver con lo que cuenta la leyenda.

La correspondencia cruzada entre el Caudillo y Serrano Súñer, cuando el ministro de Gobernación y poco después ministro de Asuntos Exteriores se encontraba en Berlín para hablar con Von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores alemán, y con el mismo Hitler, no corrobora la imagen del cuñadísimo como ferviente defensor del compromiso militar de España y Franco como freno de estas pretensiones. Al contrario, en las cuatro reuniones de septiembre Von Ribbentrop trató a Serrano de forma bastante despectiva, pues no comprendía por qué el español se negaba a ceder una de las islas Canarias para el uso de la Marina alemana, cuando, según el mandatario nazi, Franco debía su triunfo en la Guerra Civil a la ayuda alemana. El español se sentía ofendido en su orgullo, pero recibía de su jefe respuestas e interpretaciones mucho más positivas que confiaban en la buena voluntad de Hitler y su supuesta comprensión de las posturas españolas, achacando los problemas a la exagerada autoestima y el deseo de protagonismo de Von Ribbentrop. En todo caso, el hecho de sentirse tratado más como un Gobierno satélite que como un potencial aliado militar contribuyó a temperar la desbordante germanofilia de Serrano Súñer, lo que también le hizo ver una hipotética entrada en la guerra con otros ojos.

Antes de llegar a Hendaya, Hitler ya había sacado la conclusión de que en ese momento la entrada de España en la guerra habría sido más un lastre que una ventaja para los intereses del Eje. Por una parte, conocía los categóricos informes de los responsables de la Wehrmacht, que constataron que Franco no poseía nada semejante a un ejército operativo y eficaz, y que cambiar esa situación requería de un costoso esfuerzo previo de rearme. Por otra parte, los bombardeos de ciudades inglesas no estaban surtiendo el efecto deseado, de manera que se imponía la impresión de que la guerra contra el único enemigo en Europa que todavía se resistía a la hegemonía alemana iba a durar más de lo estipulado. Para ello, y eso fue el tercer y decisivo argumento, Hitler necesitaba construir una amplia entente antibritánica, en la cual la Francia de Vichy estaba llamada a desempeñar un papel importante, sobre todo para cubrir el flanco africano contra los británicos y sus aliados de la Francia libre liderada por De Gaulle. Y el mariscal Pétain, presidente de la Francia colaboracionista, quiso demostrar que la confianza que Hitler depositaba en él y su régimen estaba justificada: en septiembre, las tropas de Vichy rechazaron un intento de ocupar Dakar por parte de los británicos y franceses de De Gaulle. Hitler estaba convencido, por tanto, de que si cedía ante las exigencias de Franco pagándole su entrada en la guerra con el traspaso -una vez ganada la guerra- de territorios hasta entonces franceses en África, esta concesión iba a provocar la masiva deserción de las tropas francesas en aquellos territorios coloniales y el inevitable avance de los británicos. Mussolini compartía totalmente esta valoración.

En Hendaya no hubo, por tanto, ninguna presión directa con el fin de forzar a Franco a entrar en la guerra. Hitler entendía el viaje más bien como un viaje de exploración, cuyo objetivo era el de mediar y consensuar los diferentes intereses defendidos por sus aliados en el bando antibritánico. Su mensaje era claro: todo lo que obstaculiza la consecución y puesta en práctica de esta entente bajo la hegemonía de Alemania perjudicaba a la guerra y retrasaba la victoria final. De ahí también el tremendo enfado del Führer al salir de su reunión con Franco -a Mussolini le dijo que prefería que le sacaran tres muelas antes de tener que estar otra vez nueve horas con Franco-. ¿Cómo podía un don nadie, que le debía a él su puesto, insistir en unas reivindicaciones territoriales a sabiendas de que la realización de las mismas tenía necesariamente que resquebrajar la alianza con Vichy y, por consiguiente, ayudar al enemigo?

Paul Preston está en lo cierto cuando afirma que si la España franquista no entró en la guerra, no fue el resultado de ninguna genial estrategia para evitarlo: quedó fuera porque Franco tuvo suerte. Suerte porque en septiembre y octubre de 1940 Hitler, todavía en la cúspide de su poder pero inquieto porque Inglaterra se le estaba resistiendo, estaba convencido de que Pétain le ofrecía mucho más que Franco. No es posible saberlo hoy, pero no es nada descabellada la hipótesis de que si el asalto británico a Dakar se hubiera saldado con éxito, y si, debido a ello, Pétain no hubiera tenido la oportunidad de lucirse y hacer subir sus acciones en la bolsa del poder nacionalsocialista, Hitler habría estado más receptivo ante las reivindicaciones territoriales del Caudillo. Así, una vez satisfecho su sueño de grandeza africanista, el Caudillo habría conseguido el botín que buscaba como recompensa para la entrada en la guerra. Sin embargo, la suerte redujo su participación militar activa al envío de los casi 50.000 soldados de la División Azul con el uniforme de la Wehrmacht al frente del Este.

Ludger Mees es catedrático de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.

Entrañable Labordeta...

A VECES ME PREGUNTO

A veces me pregunto qué hago yo aquí,
explicando la historia que recién aprendí:
los líos de romanos, de moros y cristianos,
el follón del marxismo y el otro coté
donde los yanquis tienen el mango y la sartén.

A veces me pregunto qué hago yo aquí.
viendo como la tarde se duerme frente a mí,
mientras usted Martínez se evade en el jardín,
y la dulce Encarnita García Cortejón
confunde a los etruscos con los negros del Gabón
entre miradas tiernas de Pablo el empollón.

A veces me pregunto qué hago yo aquí,
intentando que aprendan lo de la Ilustración
cuando ellos sólo entienden cosas del rock and roll
y haciendo que comprendan una revolución:
la rusa, la francesa, la de Tutankhamón
y encontrando a Picasso perdido en un balcón.


A veces me pregunto qué hago yo aquí
viendo como los días se pierden sin un fin
y menos mal que a veces una tarde de abril
un alumno te abraza y te dice: “Don José
que bien que lo pasaba en las clases de usted
con la visión cachonda del tiempo que se fue”.

A veces me pregunto qué hago yo aquí.
y en noches de vigilia, te rondan por doquier
los rostros de María, de Pedro y de Javier,
y el gesto de aquel chico que explicaba sin fin.
la batalla del Marne y el cruce sobre el Rhin,
y que leía versos de Rilke y Valery.
A veces me pregunto qué hago yo aquí.

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