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El destape como metáfora de la Transición. Pepa Flores.

Reproduzco un fragmento del libro de Aurora Morcillo Gómez En cuerpo y alma. Ser mujer en tiempos de Franco 

El cuerpo de las mujeres vendría a  representar la sede simbólica de la tensión política  y social en la que habría de verse inmersa España en los tres años que transcurrieron entre la muerte del dictador y la proclamación de una nueva constitución democrática en diciembre de 1978. Un buen número de actrices iban a posar desnudas ante la cámara, ya fuera para la pantalla cinematográfica o para las revistas ilustradas. Dada la coyuntura política que se vivió en esos años, los cuerpos de estas mujeres «públicas» quedaron transformados en otras tantas encarnaciones alegóricas de la nación. La España democrática se vio simbólicamente personificada en el desnudo y vulnerable cuerpo de una mujer. Marisol, una chiquilla malagueña de ojos azules, rubia y angelical -que había sido además una de las actrices infantiles más famosas de la dictadura- se convirtió en la encarnación misma de la promesa democrática. 

Nacida el 4 de febrero de 1948 en el seno de una familia humilde Josefa (Pepa) Flores González dio  muestras de su talento como cantante y bailarina  a una edad muy temprana. Se unió pronto a los Coros y Danzas de la Sección Femenina, viajando en 1959 a Madrid, en ese grupo de Falange, con el fin de actuar en Televisión Española. Fue entonces cuando la descubrió el productor Manuel Goyanes, convirtiéndola en la Shirley Temple española. Goyanes firmó con ella un contrato de diez arios en exclusiva, trasladando a la chiquilla a su casa y dejando a la madre de la futura Marisol en una pensión madrileña. La familia Goyanes tenía seis hijos y se suponía que Marisol iba a convenirse en un miembro más de la tropa. Su debut cinematográfico se produciría el 9 de septiembre de 1960 Con la película titulada Un rayo de luz. Ese año, el filme cosechaba un notable éxito internacional en el Festival cinematográfico de Venecia, cuyo jurado otorgó a la pequeña actriz el premio a la mejor intérprete infantil, nominándola casi al mismo tiempo el Sindicato Nacional del Espectáculo español para idéntico galardón. 

La carrera cinematográfica de Marisol se vio afectada por el hecho de crecer en el domicilio de los Goyanes, pertenecientes a la clase acomodada, de modo que su adolescencia la apartó de sus raíces. La joven recibió una rigurosa educación, con profesores privados, lo que le permitió aprender inglés, interpretación y danza, además de proporcionarle lecciones de canto, natación y equitación. Entre 1960 y 1969, Marisol protagonizó doce comedias musicales. El guion giraba siempre en torno a la existencia de algún conflicto familiar que el angelical carácter de la niña actriz contribuía a resolver, todo ello aderezado con pinceladas de amoríos adolescentes y pueriles contratiempos. 

En 1961 Marisol inició una gira por Latinoamérica, Portugal, Angola y Sudáfrica para promocionar su segunda película: Ha llegado un ángel. En el verano de ese mismo año visitó Estados Unidos para actuar en el programa de televisión de Ed Sullivan, por el que recibió 4.000 dólares de la época. Más tarde la actriz recordaría que en todo momento se hallaba sometida a vigilancia. Controlaban las llamadas telefónicas que hacía, no le permitían disponer del dinero que ganaba y le dieron cien pesetas a la semana hasta la edad de diecinueve años. El aparato promocional que Goyanes levantó en torno del joven ídolo no tenía precedentes en la historia del espectáculo español. Se comenzó a publicar una revista exclusivamente dedicada a la actriz -titulada Los amigos de Marisol-, y la casa editorial Fher elaboró centenares  de álbumes, historietas, muñecas de papel y libros infantiles, además de una biografía en veinte fascículos coleccionables que la propia Marisol se encargaba de narrar y cuyo título era Simpatía. También se distribuyeron muñecas y discos con sus canciones. La estrella recibía más de 1.000 cartas al día, encargándose la oficina del productor de contestarlas todas puntualmente. Se organizó un equipo de escritores, encargándoseles la tarea de llevar un registro de los nombres, las direcciones y las fechas de los cumpleaños de las admiradoras. 

Entre 1960 y 1969, Marisol creció y maduró hasta convertirse en su alter ego, Pepa Flores. La elaboración del estrellato de Marisol había afectado a su aspecto físico y a su manera de hablar. Se la obligó, aunque sin éxito, a disimular su acento andaluz. En 1964 pasó por las manos de un cirujano plástico para enderezarse la nariz. La ansiedad propia de todo adolescente se vio magnificada por las presiones del estrellato y terminó transformándose en una úlcera de estómago. Por último, en 1969 aceptó a regañadientes el matrimonio de  conveniencia que  le habían concertado con Carlos Goyanes, hijo del productor que la había lanzado. La infeliz pareja mantuvo su unión solo tres años, y tras el intento de suicidio de Marisol, el matrimonio se separó. De esta tragedia personal iba a surgir Pepa Flores, una persona totalmente opuesta a la que había representado hasta entonces. 

En 1973, la actriz inició una relación sentimental con el icónico bailarín de flamenco Antonio Gades. Ambos se casaron en 1982 en Cuba, con Fidel Castro como testigo. Pepa Flores declaró tener profundas convicciones comunistas. Gades fue el amor de su vida. Tuvieron tres hijas: María, Tamara y Celia. La unión se mantuvo hasta 1986. Pepa Flores se trasladó a Málaga, sufriendo hasta hoy lo que los medios de comunicación denominan el «síndrome de Greta Garbo». Se niega a participar en la industria del espectáculo, y no concede entrevistas ni permite que se la fotografíe en modo alguno. Marisol no fue nunca una estrella folclórica del estilo de las que fabricaba el régimen en los años cincuenta, era la encarnación de la nueva pequeñoburguesa moderna, es decir, de una estrella forjada para satisfacer las necesidades de la economía de consumo que habían alumbrado los planes de desarrollo de la década de los sesenta. Era la época de las radionovelas y de la televisión, inaugurada en 1956 en el Paseo de la Habana de Madrid. Marisol consiguió emular con éxito a Shirley Temple, pudiéndosela equiparar con una especie de Twiggy a la española, convertida en Brigitte Bardot con el paso de los años. Marisol acabaría adquiriendo una dimensión política al surgir el fenómeno característico de la transición democrática española conocido con el nombre de «el destape». A finales de las décadas de los setenta y durante la de los ochenta serían muchas las actrices que decidieran posar desnudas ante la cámara, convertidas en encarnaciones alegóricas de la nación en aquella coyuntura política: vulnerables mujeres desnudas en representación de la vulnerable España democrática. 

La última rebelión de Marisol consistió en posar desnuda para la revista Interviú, recientemente aparecida en esos años. Sus desnudos aparecieron en 1976 en esa publicación. Marisol, la actriz infantil de aspecto angelical de la época de Franco, la Shirley Temple española, se exhibía de pronto desnuda en la portada de una revista, junto a un titular que anunciaba con el siguiente rótulo el contenido de las páginas interiores: «El bello camino hacia la democracia. Marisol». Las fotos se completaban con las opiniones que distintos personajes famosos daban en manifestar respecto a la categoría de Marisol como mujer y como actriz, pero no hay ninguna entrevista con la propia estrella. María Luisa Seco, también actriz, hacía estas declaraciones: 

Desde siempre me ha parecido una mujer maravillosa. Solo he visto películas en su etapa de niña, pero quedé maravillada. Ahora es una belleza de mujer. La imagen que da es la de una mujer que vive su vida, que hace lo que quiere, en una palabra: una mujer libre, que vive dónde y cómo le da la gana. Tiene los hijos que quiere y con quien quiere, lo cual es absolutamente perfecto. Por otra par-te, es una buena actriz, con un físico increíble, y encima canta muy bien. Es una estrella estupenda.

En 2001, Interviú celebró su vigesimoquinto aniversario. Francisco Umbral, autor y personaje mediático que hasta su fallecimiento  2007 habría de estar invariablemente en el centro de todas las polémicas surgidas durante la transición posfranquista a la democracia escribiría un artículo para dicha efeméride titulado «Los cuerpos y los siglos». El texto recuerda con tintes nostálgicos tanto a Marisol como a otras actrices que se habían animado a posar desnudas ante la cámara: 

Entonces se nos apareció a los mortales la olvidada y fontanar Pepa Flores, en traje de Marisol, en desnudo de Marisol, y aquel flequillo dorado nos salvó del pluriempleo, y aquellos pechos, un punto excesivos, nos devolvieron la confianza en el verano, y aquellas manos de niña nos pusieron de novios con todas las adolescentes de la década, y aquellos glúteos de ninfa malcriada donde el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y aquellos ojos claros, intensos, tristes, del color de la luna verde, cuando nunca habíamos visto una luna verde, paralizaron la vida nacional, paralizaron la democracia en un paso de peatones y volvimos a creer en la huelga general, en las parejas de novios de hecho, en el socialismo, en los alcaldes que se morían en serie y en la transición modelo que solo le parecía mal a Pablo Castellano, mientras los demás encontrábamos un puesto a la sombra de los dos soles de la niña. 

El recuerdo de la política vigente en los últimos tiempos del franquismo aparece reflejado junto al triunfo de la carne, de los deseos sexuales masculinos. «Aquellas piernas largas y delgadas con las que Dios creó a la mujer», escribe Umbral, «[...] les estamos hablando a ustedes de los setenta, felices y transicionales setenta. Caían caudillos como ciruelos, España se llenaba de príncipes y la Falange se intelectualizaba con Emilio Romero [...]. Y la democracia era como un cartel de feria que pegaban todas las noches por las esquinas, y siempre aparecía despegado a la mañana siguiente». La desnudez del cuerpo femenino se convierte en elemento de solaz (fundamentalmente para los hombres) de los cuarenta años de sexualidad reprimida que todo el país ha padecido. La democracia se mide en función de la cantidad de carne femenina que se exhibe en los medios públicos. La democracia se mostraba sin tapujos, desnuda, como la mujer. La desnudez se presenta con los visos de un acto de rebelión femenina contra la mojigatería del pasado franquista, expuesta a modo de prerrogativa de los varones heterosexuales, que se autoproclaman librepensadores. Y al igual que sus antepasados, que habían esbozado en Cádiz la Constitución de 1812, conocida con el nombre de «La Pepa», también en 1978 iba a aparecer la democracia encarnada en otra Pepa: Pepa Flores. 



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