UNIDADES DIDÁCTICAS

En España el respeto es revolucionario. Fernando de los Ríos.

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Las Misiones Pedagógicas: ayer y hoy de una escuela democrática.

Compartimos el trabajo que realizamos para el concurso Vivir, Sentir y Contar la Democracia dentro de la conmemoración "España en libertad. 50 años" que incluye entrevistas muy interesantes de Alejandro Tiana, Juan Sisinio Pérez Garzón, Marilar Aleixandre, Encarna Lago, Rocío Delgado, Rufino Ferreras, Patricia Gomendio y Alfonso Elorriaga.
¿Cómo recuerda la escuela que le tocó vivir? ¿Podría indicarnos dos o tres características para definirla? ¿Cree que era una escuela democrática?
Alejandro Tiana Ferrer. Secretario de Estado de Educación hasta 2022.
Hace poco escribía un artículo sobre ese tema, en el que señalaba que lo más característico, visto desde la actualidad, era su carácter fuertemente selectivo. Tan solo una minoría de los nacidos el mismo año que yo llegaron al bachillerato, menos aún lo terminaron y aún fuimos menos los que conseguimos un título universitario. Por lo tanto, era una escuela que dejaba a muchas personas fuera, sin conseguir una educación amplia. Por otra parte, era una escuela con un carácter marcadamente confesional y con algunas asignaturas de adoctrinamiento religioso y político. La escuela que yo viví era ya bastante moderna en sus métodos. Aunque mantenía un carácter memorístico en muchas asignaturas, había otras en las que practicábamos métodos didácticos más modernos. Creo que tuve suerte en eso, cosa que no les sucedió a otros jóvenes de mi generación. Pero, desde luego, no era lo que hoy llamaríamos una escuela democrática
Juan Sisinio Pérez Garzón. Catedrático de Historia Contemporánea de la UCLM.
Por mi edad, la primaria la realicé en una escuela unitaria de la década de 1950, en un pueblo andaluz de 1.400 habitantes, con pizarra, tiza y escritura con lápiz y unas plumillas que llenaban las páginas de manchurrones de tinta…No habían llegado ni la pluma estilográfica (eran cosa de ricos) ni el bolígrafo (cosa de americanos). El bolígrafo fue una revolución en la década de 1960, ya no había manchurrones de tinta al escribir. De aquella escuela cabe destacar dos características: ante todo, era elemental, en todos los sentidos, se trataba de aprender a leer, escribir, sumar, restar y multiplicar, nada más; y ni sabíamos si era o no era democrática o dictatorial, cantábamos himnos del régimen tanto como las salves religiosas u otros cantos similares, sin saber qué significaban, solo que eran lo normal y punto, porque lo veíamos con el prisma de críos que están pensando en jugar, ir al recreo y, en su mayoría, ayudar necesariamente a la familia en las tareas del campo (pastoreo, siega, trilla, etc.).
Rocío Delgado Galán. Director del CEIP Sisius
La escuela que me tocó vivir fue una escuela cruel y dictatorial. Cruel porque la disciplina era “la letra con sangre entra” y dictatorial porque obligaban al rezo sobre un credo que yo no compartía y cantos en los que se ensalzaba la corriente nacional que gobernaba en aquel momento.
Marilar Aleixandre. Premio Nacional de Narrativa 2022.
En los años 50 y 60 la escuela no era democrática, raro hubiese sido durante la dictadura franquista (aunque hubo algunos casos). Estudié de los 8 a los 17 años en un colegio de monjas, el Sagrado Corazón de Rosales, Madrid, pues mi madre era muy religiosa. Algunas características: la segregación por sexos, era un colegio solo para niñas; la segregación por clase social: tenía dos entradas, una para las “de pago” por la calle Ferraz, otra para las que llamaban “externas” (nombre absurdo, yo también era externa, iba a comer a casa), en Romero Robledo, las primeras llevábamos uniforme y un guardapolvo negro (horrible), y las segundas solo guardapolvos, creo que de cuadritos; teníamos clases separadas y hasta salíamos al recreo a horas diferentes. La enseñanza era memorística, a través de clases magistrales, y la religión tenía un gran peso, misa diaria.
Rufino Ferreras, jefe del Área de Educación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
Con luces y sombras. Estudié en lo que se llamaban escuelas nacionales. Hablamos de tiempos de la dictadura. Yo era pequeño y no tengo un recuerdo claro de lo que ello influyó en mi infancia, pero recuerdo la importancia que se daba a la religión y a lo que llamaban la “formación del espíritu nacional”. Recuerdo profesores mágnificos, excepcionales, a los que recuerdo con gran cariño y admiración. Recuerdo que el profesor era respetado y no siempre por imposición. Es cierto que había profesores muy estrictos, pero a la mayoría se les respetaba por lo que erán y hacían. También recuerdo el patio del colegio y lo que aprendí en él (quizás por eso me he especializado en educación no formal).
Encarna Lago González, medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2024
La escuela que vivieron los de mi generación solía ser muy tradicional: una pedagogía del miedo, centrada en la memorización y con pocas oportunidades para el pensamiento crítico o la creatividad.
Yo fui una niña privilegiada, ya que pese a ser de una familia humilde mis padres eligieron cuidadosamente mi escuela. En ella se potenciaba muchísimo el pensamiento creativo. Daban mucho peso a las materias artísticas: las artes plásticas, el teatro, la música, las lenguas (catalán, inglés, francés). También se fomentaban el debate y el diálogo entre iguales. Era una escuela democrática, muy avanzada para la Barcelona de los años 70.
Lo democrático en la escuela no es solo votar o tomar decisiones colectivas: es aprender a convivir, a respetar las diferencias, a ejercer la palabra y a entender que todas las voces cuentan El paso de una gran ciudad a un pueblo de Lugo, donde cursé dos años de escuela, fue una experiencia muy transformadora. Allí se conservaban los valores del mundo rural, y fueron dos cursos en los que fui muy feliz. Me sentía muy libre en aquella escuela unitaria de montaña, cargada de afecto, juegos y nuevos espacios de exploración y aprendizaje. Recuerdo con cariño el nombre de aquella profesora: Doña Sira.
Patricia Gomedio, directora de intervenciones teatrales.
Mi escuela ( ikastola, porque soy de Donostia, San Sebastián) era laica y muy abierta. Claro que yo ya nací en democracia. A pesar de ir al colegio en plena democracia, el sistema educativo que me tocó vivir estaba muy alejado del arte, del teatro y de la solidaridad. En esa época no se daba importancia a la educación en igualdad de género, educación emocional o contenidos para prevenir el acoso escolar.
Alfonso Elorriaga Llor, fundador del proyecto "Voces Para la Convivencia" y director del coro de alumnos del IES Francisco Umbral desde 2008 y del Coro Joven de Ciempozuelos
¿Qué dos canciones elegiría si tuviera que expresar lo que significa la convivencia democrática?

Una la de jarcha, Libertad, Libertad, que según mis padres me la aprendí de pequeño. Y la otra sería la de mi querida España que cantaba Ana Belén y Víctor Manuel.



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