Como militar, yo había decidido combatir a hombres que atacaban al ejército francés. Sin embargo, en mi interior, no podía evitar reconocer que nuestra causa era mala, y que a los españoles les asistía la razón al intentar rechazar a unos extranjeros que, después de haberse presentado en su casa como amigos, querían destronar a sus soberanos y apoderarse de su Reino por la fuerza. Esta guerra me parecía, pues, impía; pero yo era soldado y no podía negarme a marchar sin ser tachado de cobarde. La mayor parte del ejército francés pensaba como yo y, a pesar de todo, obedecía de igual modo. |
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