Para que pudiese aumentar la recaudación fiscal del gobierno central hubiera sido necesario cambiar los términos del reparto, lo cual quería decir que o se desviaban recursos como los de los derechos señoriales y el diezmo hacia los impuestos, aboliendo este tipo de cargas (el contribuyente por excelencia era el campesino, pero su capacidad para atender las demandas del estado estaba limitada por sus obligaciones con los señores y con la Iglesia) o se hacía contribuir en mayor medida a los perceptores de estos recursos. Las monarquías del Antiguo Absolutas no podían hacer ninguna de estas dos cosas, porque corrían el riesgo de romper el consenso social en que se basaba su propia supervivencia. Exigir que cada uno pagase impuestos en proporción a sus bienes y a sus ingresos significaba destruir el motor del sistema político y social del Antiguo Régimen, que se asentaba en el apoyo de quienes gozaban de unos privilegios que se expresaban sobre todo en términos de exenciones y de ventajas fiscales. La resistencia de los privilegiados tenía menos que ver con el temor a que se les fijara cargas más elevadas (que podían evadir con el fraude) que con su oposición a lo que les parecía un intento de alterar la vieja “arquitectura de poderes (…) ¿Cuáles fueron las consecuencias para España de la pérdida de las colonias continentales? Para la monarquía, a la larga, la conciencia de que había que abandonar cualquier ilusión de que los caudales de América solucionasen los problemas de Hacienda, lo que obligó a enfrentarse a reformas que no podían hacerse sin cambios políticos esenciales ..” J. Fontana, La quiebra de la monarquía absoluta, Crítica, 1981. |
TEXTO. LA QUIEBRA DE LA MONARQUÍA ABSOLUTA (TEXTO FUNDAMENTAL).
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Publicado por
Félix
en
19:26
Etiquetas:
La crisis del Antiguo Régimen,
Textos
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