UNIDADES DIDÁCTICAS

En España el respeto es revolucionario. Fernando de los Ríos.

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TEXTO. Proclamación de José Bonaparte como rey de España.

Napoleón por la gracia de Dios, Emperador de los franceses, Rey de Italia, Protector de la Confederación del Rhin (...).
La Junta de Estado, Consejo de Castilla, la villa de Madrid, etcétera, habiéndonos por sus exposiciones hecho entender que el bien de España exigía que pusiese prontamente término al interregno, hemos resuelto proclamar, como Nos proclamamos por las presentes, Rey de España y de las Indias a nuestro muy amado Hermano José Napoleón, actualmente Rey de Nápoles y Sicilia. 
Garantizamos al Rey de las Españas la independencia e integridad de sus estados, así los de Europa, como los de África, Asia y América. Y encargamos que el Lugar-Teniente General del reino, los ministros y el Consejo de Castilla hagan expedir y publicar la presente proclamación en las formas acostumbradas, para que nadie puede alegar ignorancia. 
Dado en nuestro palacio imperial de Bayona el 6 de junio de 1808. Napoleón. Por el Emperador, el ministros Secretario de Estado Hugo B. Maret. 
Gaceta de Madrid, 14 de junio de 1808.
CUESTIONES.
a) Sitúa el texto dentro de su contexto histórico.
El documento es un decreto promulgado por Napoleón en junio de 1808, ya comenzada la guerra de la Independencia por parte de las juntas surgidas en muchas localidades de España. Este decreto es, por tanto, una fuente histórica de naturaleza jurídico-política directa y primaria, importante para el conocimiento de la crisis del Antiguo Régimen en España en las circunstancias de la ocupación francesa del territorio español y la instauración de la dinastía napoleónica en España. El documento tiene carácter público, publicado en la Gaceta de Madrid, diario oficial del Estado.
A partir de la toma del poder por Napoleón Bonaparte, en 1799, la corte española estaba vinculada a la política expansionista de Francia. La debilidad de Carlos IV animó a Napoleón, que obligó a Godoy a dirigir la invasión de Portugal -Guerra de las Naranjas-, con el objeto de cerrar sus puertos al comercio británico. En 1802, Francia e Inglaterra firmaron la Paz de Amiens, pero enseguida reanudaron sus hostilidades y España se vio envuelta en otra guerra no deseada, de trágicas consecuencias para su flota, que fue derrotada en Trafalgar en 1805 ante la escuadra del almirante Nelson. Las posesiones americanas quedaban incomunicadas y el hundimiento económico de España se hacía imparable. Los desastres bélicos, el arrinconamiento político de la alta nobleza y el disgusto del clero a causa de las medidas desamortizadoras unieron a la oposición en torno al príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII, quien no congeniaba con Godoy.
Por el contrario, otros españoles descontentos ponían sus esperanzas en Napoleón Bonaparte, cuya revolución liberal daba respuesta al deseo de cambio de una minoría ilustrada. Un buen impulso al complot de los conservadores fue el Tratado de Fontainebleau (1807), por el que Godoy autorizaba el acantonamiento de tropas francesas en España, con el objetivo de una nueva campaña de conquista y reparto de Portugal. Ante la ocupación de la península por los ejércitos napoleónicos, bajo el pretexto de la expedición portuguesa, Godoy tramó la huida de la familia real a Andalucía o América, pero su propósito se malogró con el motín de Aranjuez (19 de marzo de 1808). Soldados, campesinos y servidumbre del palacio, alentados por los simpatizantes del príncipe heredero, provocaron la caída de Godoy y obligaron a Carlos IV a abdicar en favor de su hijo Fernando VII.
Sin embargo, Napoleón no reconoció a Fernando, y Carlos  IV, pronto negó su abdicación, en tanto las tropas francesas, al mando del general Murat, entraban en Madrid. Ese momento fue aprovechado por el emperador para terciar en la disputa de la corona y empujar a padre e hijo a arreglar sus diferencias en Bayona. Con los reyes en Francia, Napoleón no esperó más y obligó a ambos a trasladarle el trono, que, a su vez, entregaría a hermano José Bonaparte, en las abdicaciones de Bayona.
La salida de la familia real española en dirección a Francia, donde se debía reunir con Napoleón, enfureció tanto a los madrileños, que el 2 de mayo de 1808 se levantaron contras las fuerzas francesas ocupantes de la capital. Pocas horas después, el general Murat reprimía la revuelta fusilando a centenares de paisanos como escarmiento, mientras que la Junta de Gobierno, dejada tras su marcha por Fernando VII, no hacía nada por evitar el castigo Al conocerse la noticia de las abdicaciones y los sucesos de Madrid, los levantamientos antifranceses se extendieron por toda España, llegándose a linchar en alguna ciudad a funcionarios reales encargados de publicar la renuncia de Fernando VII a la corona española.


b). Explica cómo fue proclamado rey de España Jose I. 
Las circunstancias son, pues, las de una gran crisis política que había estallado en España  en marzo con motivo del motín de Aranjuez, sublevación popular contra el gobierno de Godoy y a favor de Fernando, que se resolvió con la abdicación inicial de Carlos en su hijo. Igualmente, la entrada de las tropas francesas de Murat en Madrid, la salida hacia Bayona de la familia real y el levantamiento que se produjo en 2 de mayo, crearon en España una situación de vacío de poder y conflicto armado. El decreto que comentamos es un resultado de las llamadas abdicaciones de Bayona que se dan en mayo de 1808, cuando la familia real española fue convocada personalmente por Napoleón a esta ciudad francesa. En las abdicaciones Carlos IV y su hijo Fernando VII cedieron la corona de España al imperio francés y recibieron a cambio títulos y honores en Francia (traspaso ilegal, por otra parte). 
La cesión de la corona se hizo a Napoleón, quien, desde 1804 ostentaba el título de emperador y proyectaba construir un gran sistema imperial europeo en el que España era un pieza fundamental es su estrategia de enfrentamiento con Inglaterra.
Los principales acontecimientos que siguen a las abdicaciones y al nombramiento de José I Bonaparte se resumieron en las promulgación de una breve constitución (Estatuto de Bayona) a modo de carta otorgada para la organización del Estado. Jose I solamente fue aceptado por los sectores afrancesados, mientras por toda España y la América española surgían juntas que ostentarían la soberanía en nombre del rey Fernando. En el plano político se llego a forma una Junta Suprema, que establecería una regencia hasta el retorno  de quien consideraban legítimo rey.
Los levantamientos de mayo de 1808 degeneran en guerra (1808-1813), que se generaliza por todo el territorio español a en cinco largos años, dejando un trágico balance de pérdidas humanas (más de 300.000 muertos), destrucciones y saqueos. Fue una guerra nacional y popular, pero no revolucionaria, guerra española y al mismo tiempo conflicto internacional. La lucha contras los franceses acrecentó el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad y conformó una nueva mentalidad de españoles, por encima de las adscripciones regionales o de reinos. Sin embargo, el ideario que hizo posible el levantamiento partía de la defensa de la religión y la monarquía, de una visión tradicional de la sociedad no compartida por la minoría liberal que , además de afirmar la nación frente a Francia, deseaba hacer su propia revolución. 
En el terreno militar, durante 1808 se producirán numerosos enfrentamientos, de los cuales el más importante sería la batalla de Bailén, primera derrota importante de un ejército napoleónico. Esta victoria de una ejército exclusivamente español y los movimientos de tropas inglesas obligaron a José I a abandonar Madrid. En los meses posteriores, el propio Napoleón dirigirá la incursión de un potente ejército que repondrá al rey José y presionará a los ingleses hasta lograr el control efectivo de la mayor parte de las ciudades españolas y portuguesas. No obstante, el hostigamiento guerrillero continuará dificultando la ocupación, mientras Cádiz resista.

c) Comenta quiénes fueron los afrancesados y cuál fue su pensamiento político.
Así como el clero conseguía movilizar al pueblo campesino contras los franceses, José Bonaparte no lograba un apoyo suficiente de las minorías ilustradas, porque resultaba demasiado patente el espíritu de conquista de su hermano Napoleón. En la España ocupada por las tropas francesas, el rey José I trataba vanamente de emprender las reformas que el Estatuto de Bayona había proyectado, contando para ello, con la ayuda de los afrancesados, partidarios del reformismo ilustrado, pero enemigos de medidas revolucionarias. Al igual que otros ilustrados el pintor Francisco de Goya  confiaba en los Bonaparte, mientras retrataba la violencia desatada en su serie de grabados: Los desastres de la Guerra.
Muchos afrancesados eran funcionarios del Estado que en su pragmatismo prefirieron seguir fieles a quien ejercía el poder; otros eran eclesiásticos ilustrados que, ante la fortaleza del ejército francés y la ineficacia de las instituciones del Antiguo Régimen, optaron por el invasor. La mayoría de los afrancesados convencidos lo fueron porque quisieron realizar reformas en el ámbito de la enseñanza, el derecho o la religión, de acuerdo con un ideario compartido por otros españoles, a los que la lucha contra el invasor habría de reunir en las Cortes de Cádiz. Pero, odiada por la población, la minoría afrancesada pagó caro su colaboracionismo, siendo víctima de la venganzas domésticas que toda guerra genera y, mas tarde, del exilio.

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