En un lugar escogido de la biblioteca del monasterio de Wiblingen se alza una soberbia escultura barroca. Es la doble figura de la historia. Delante, Cronos, el dios alado. Es un anciano con la frente ceñida; su mano izquierda sujeta un gran libro del que la mano derecha intenta arrancar una hoja. Detrás y en posición dominante, la historia misma. Su mirada es seria, escrutadora; un pie vuelca una cornucopia de la que se desliza una lluvia de oro y plata, signo de la inestabilidad; su mano izquierda detiene el gesto del dios, mientras que la derecha exhibe los instrumentos de la historia: el libro, el tintero, es estilete.
Así comienza el libro de Paul Ricoeur, La memoria, la historia y el olvido. Una invitación para su lectura y reflexionar al margen de los tópicos sobre las relaciones entre memoria e historia.
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