LA ROSA O LA BELLEZA EFÍMERA DE LA II REPÚBLICA.


19 de septiembre de 1936. La guerra civil que asola España va por su tercer mes, y aunque en un principio se había pensado que iba a ser de corta duración, poco a poco comienza a calar entre la población la idea persistente de que la resolución del conflicto no iba a ser tan fácil, y que la Segunda República -que había nacido con tantos sueños de progreso- se veía amenazada. En un pueblo de la provincia de Ciudad Real, una maestra asiste al desplome de la escuela republicana. Siente impotencia, siente dolor. Y surge en ella el pensamiento, cada vez más firme, de dejar por escrito su testimonio personal de lo que la Segunda República significó en el terreno educativo. No sabe cómo hacerlo por el temor a lo que está aconteciendo. Sin embargo, una idea se abre camino para conseguirlo. Existe, en las aulas escolares, un cuaderno colectivo que elaboran todos los alumnos, el cuaderno de rotación, generalizado durante los años republicanos por su fuerza metodológica y didáctica. Este cuaderno favorece el trabajo en equipo, la presentación esmerada del trabajo, el esfuerzo, la colaboración de todos los niños. Se llama de rotación porque cada día un niño, por riguroso orden de turno, vuelca en sus páginas lo más importante que se ha hecho durante el día en el aula. Es un cuaderno que registra el acontecer diario del curso escolar y que pertenece a la escuela como un testigo del paso de los alumnos por el aula. 

A la maestra se le ocurre dejar su testimonio guardado y velado en este cuaderno apaisado, de paste de hule negro, rayado, que había sido comenzado en enero de 1936. Dan las vacaciones de verano, las alumnas vuelven en septiembre, pero no existe ni un solo apunte que narre la contienda fraticida. Las páginas se suceden rítmicamente con letras diferentes de las alumnas del aula. El 19 de septiembre, una niña copia en el mismo el ejercicio que había previamente realizado cada una de ellas en su cuaderno individual de deberes. Es una poesía de Góngora titulada "A una rosa". La hoja del cuaderno queda dividida en dos apartados: a un lado, la poesía, al otro, un dibujo de un ovalado jarrón azul con rosas. El soneto es todo él una metáfora. En él se iguala la belleza efímera de la rosa al periodo republicano. Y marca el sufrimiento de la maestra, que no acepta que se hunda el nuevo modelo pedagógico que en la escuela se iba afianzando con el trabajo y la voluntad de muchos docentes comprometidos en ese ideal. En su fuero interno sabe que "la robusta mano" acabará con ella y pregunta: "Para tan breve ser ¿quien te dio la vida?".
La República nace el 14 de abril de 1931 y marca uno de los periodos quizá más cortos pero también de mayor dinamismo en el terreno educativo. En esta etapa se va a priorizar la atención, tanto al sistema educativo formar como a las actuaciones fuera del sistema, con la convicción de que la evolución y el desarrollo de España pasan por erradicar el analfabetismo, la gran masa de la ignorancia, y difundir la escuela. Podría decirse que la II República es escenario de confluencia de tres tradiciones: la de la Ilustración, la de la Institución Libre de Enseñanza y la del PSOE. Estas impulsan medidas fundamentales como la reforma del plan de enseñanzas de las Escuelas Normales; la nueva regulación normativa de las inspección escolar; una política de construcciones escolares; la ley de congregaciones religiosas en el plano legislativo, que impulsa el laicismo; la incorporación de metodologías activas y novedosas en la escuela; la fundación de las Misiones Pedagógicas, que llegan a los rincones más atrasados de la España profunda; la consolidación del prestigio de la Junta de Ampliación de Estudios o el Museo Pedagógico Nacional.
Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública, demandará la socialización de la enseñanza, basándose en la tesis que integra la escuela única o unificada: la relación entre la enseñanza superior y la vida social, el valor profesional de la enseñanza y la preocupación por la enseñanza de adultos. La escuela se va a convertir en el arma ideológica de la revolución española, en frase del propio director general de primera enseñanza, Rodolfo Llopis. La hermosura de la rosa es semejante a la República en su firmeza por dignificar la escuela pública y al magisterio primario.
Sin embargo, en la rosa que va madurando "está escondida la muerte temprana". Después ...viene el silencio. Los silencio hablan por sí mismo, a veces más que las palabras. Los silencios de la escritura y de los cuadernos son las páginas en blanco, tres hojas que siguen al poema y que representan los tres años de la guerra. Tal vez el poema habría pasado desapercibido si se hubiera seguido escribiendo en la página siguiente, y en la siguiente, pero no fue así. El vació blanco llena varias hojas ¿Por qué? Tal vez la escuela se cerró, tal vez la maestra no quiso volver a escribir en un cuaderno que era el testimonio fidedigno de lo que sucedía en el aula, tal vez se le acabaron las ilusiones... Es algo que nuca sabremos con certeza. Lo que si conocemos es que, más adelante, de nuevo, se retoma la escritura en el mismo cuaderno, ya en el año 1940, con unas palabras ¡Viva España! ¡Arriba España!. Se empezaban así otra época. La maestra se lamenta en la poesía junto Góngora: "Si te engañó tu hermosura vana, bien pronto la verás desvanecida, porque en ese hermosura está escondida, la ocasión de morir muerte temprana". Las ilusiones del proyecto republicano en el que se comprometen figuras como Luzuriaga, Fernando de los Ríos, LLopis, Marcelino Domingo o Domingo Barnés se desmoronaba tras la devastación que supuso la guerra. El cuaderno llegó hasta nosotros, en el siglo XXI, con unas maneras de concebir y hacer la escuela muy diferentes de la republicana y de la franquista. Sabemos que la maestra siguió al frente de esa escuela, y luego en la de un pueblo cercano, durante mucho tiempo, educando a generaciones de niñas. Hasta que las rosas volvieron a florecer, ella siguió manteniendo en la escuela la semilla viva que se sembró en el primer tercio del siglo XX.

Bienvenido Martín Fraile e Isabel Ramos Ruiz, La historia contada en los cuadernos escolares. La Catarata, 2015.

LAS NUEVAS FORMAS DE SOCIABILIDAD EN EL SIGLO XIX




Las nuevas bases sobre las que se fue estableciendo el liberalismo comportaban la creación de unas formas de organización que encauzaron los distintos deseos, más o menos acordes o enfrentados, de los distintos grupos sociales. Las continuadas pugnas por lograr una mayor libertad de opinión y de prensa o por ampliar las libertades de asociación son una clara muestra de la importancia concedida tanto a las nuevas formas de influencia en la opinión ciudadana como a la defensa de los propios intereses, cuando estos entraban en conflicto con los de otros grupos sociales e instituciones.

Los nuevos medios de difusión, confrontación y propaganda de las distintas ideologías presentes en la sociedad española del siglo XIX fueron, básicamente, las tertulias político-literarias, realizadas en algunos de los "cafés" de las grandes ciudades y que ocasionalmente dieron lugar a los liceos y ateneos, y la prensa periódica.

LAS TERTULIAS POLÍTICO-LITERARIAS: LOS CAFÉS Y LOS ATENEOS.

EL CAFÉ. 
Las reuniones de los cafés han sido consideradas como la forma más elemental y característica de agrupación de tipo moderno no basada ni en el rango social ni en los lazos familiares, sino en las opiniones libremente compartidas y discutidas entre los asistentes a dichas tertulias. En este sentido se les considera igualmente como los primeros centros de opinión de una sociedad parcialmente democratizada. Cuando crezca, posteriormente la importancia de la prensa, los cafés y sus tertulias continuarán teniendo gran importancia, hasta bien entrado el siglo XX, como centros primarios de sociabilidad masculina casi exclusivamente, de muy diversos grupos profesionales, sociales o políticos, incluyendo ya entonces a las asociaciones de tipo obrero y republicano.
En las reuniones celebradas en estos cafés de mediados del XIX era frecuente la presencia de literatos, periodistas, pintores, grabadores o impresores, que formaban la llamada "bohemia" española, que incluye a todos aquellos que, sin oficio estable, intentan dedicarse y destacar en el mundo de las letras o de las artes. Para lograr sus propósitos tuvieron que desplazarse a vivir en las grandes ciudades, que eran los lugares donde se daba una mayor vida cultural y que era la que les podía posibilitar alcanzar su meta artística, social y económica. 


DE LA TERTULIA AL ATENEO. 
Estas tertulias no se celebraron exclusivamente en los cafés, sino que también se realizaron en casas particulares de personas relevantes de la política o de la cultura. Estas reuniones, en ocasiones, dieron lugar a los Liceos o Ateneos, ya más institucionales y abiertos a otros públicos, y de cuyas direcciones solían formar pare los burgueses más representativos de la ciudad. El Ateneo de Madrid, por ejemplo, se constituyó en 1835 y en sus primeras juntas directivas estaban integrados gran parte de los políticos más destacados del siglo XIX, en su mayoría ministros o incluso presidentes de los distintos gobiernos liberales. 
Los ateneos no sólo fueron centros de debate político, sino que destacaron de igual manera por su aportación directamente cultural y científica. En ellos se establecieron cátedras, similares a las universitarias, y se dieron cursos y lecciones frecuentemente más actualizadas que las que tenían lugar en las propias universidades, más proclives a repetir lo ya tradicionalmente establecido y a no introducirse en los debates relacionados con las nuevas aportaciones científicas como, por ejemplo, las discusiones a propósito de evolucionismo, de las nuevas teorías liberales o de las nuevas concepciones a propósito del estudios de la historia.

LA PRENSA.

Hacia mediados del siglo XIX, los periódicos desempeñan ya una función política de primera magnitud. Estamos en una época en la que la prensa se distribuye, en su mayor parte, entre los suscriptores de la misma, aunque una parte menor también pueda ser adquirida sin necesidad de estar suscrito. La mayoría de periódicos aparecieron en grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, pero también abundaron en otras capitales provinciales y en ciudades con un menor número de habitantes. Muchas de estas publicaciones tuvieron una corta duración tanto porque disponían, en su mayoría, de escasas fuentes de financiación, como por el hecho de estar relacionadas con campañas puntuales de propaganda política o religiosa o de denuncia de alguna irregularidad administrativa general o local.
La presa publicada contaba, muy frecuentemente, con un corto número de páginas: en ocasiones, una sola hoja; normalmente con cuatro páginas y sólo esporádicamente con un número mayor. Las ilustraciones fueron muy escasas hasta después de los años cincuenta, con la excepción de algunas pocas revistas, las más caras, que hicieron publicidad de sus características imágenes en los propios titulares de las mismas, como, por ejemplo, La Ilustración Española y America o La Ilustración Artística. 
Los distintos gobiernos de tipo moderado y conservador, una vez lograda la instauración del sistema liberal, intentaron controlar a la prensa, especialmente a aquella que era más crítica con sus actuaciones políticas. Inicialmente lo hicieron a través de la censura o de la exigencia de autorización previa de publicación. Posteriormente se tendió a formas más indirectas de control económicos tales como la exigencia de depósitos previos, gastos de envío postal o el reparto de publicidad oficial en función de la línea política de los periódicos. 




LOS EMISORES: TIPOS DE PRENSA. 

Todo partido o grupo político intentaba disponer de uno o varios periódicos con los que propagar, por una parte, sus ideas y opciones y, por otro, atacar o ridiculizar las de sus adversarios políticos. Esta prensa política, por lo tanto, podía ser tanto de crítica seria como irónico-satírica. De hecho, las publicaciones de este último tipo fueron muy abundantes y en ellas se incluían numerosos grabados y viñetas en los que se ridiculizaba ácidamente a los dirigentes de las formaciones políticas opuestas. La Iglesia católica española, enfrentada con el liberalismo, también contó con un número amplio de publicaciones y en su conjunto igualaba prácticamente a las realizadas por el resto de la prensa política. 
Sólo hacia finales del siglo XIX comenzó a desarrollarse la llamada "prensa de empresa" o periodismo moderno, esto es, un tipo de prensa no vinculado directamente a la propaganda partidista y que funcionaba básicamente como otro tipo de empresa capitalista, con el ánimo de obtener beneficios económicos en función de las inversiones realizadas. 


EL PÚBLICO. 

El desarrollo de la prensa estuvo vinculado a la creciente alfabetización de la sociedad española, en especial desde mediados del siglo XIX, mediante la configuración del sistema público de enseñanza. Aunque la creación de este sistema público, sobre todo, de la generalización de la enseñanza primaria, fue muy importante sólo se consiguió que una parte de la población española lograse alcanzar un grado suficiente de capacitación para la lectura y la escritura. De hecho, la lectura en voz alta aún siguió siendo una de las formas más frecuentes y populares de conocer aquello que estaba en los periódicos o en los libros. 

EL TEATRO


Los teatros desempeñan también esta función de discusión y propaganda políticas. A través de sus textos literarios se defendían o se atacaban las posiciones y los planteamientos que, de otra forma, estaban presentes en los cafés, las tertulias o la prensa. De hecho, el interés de los gobiernos o de la Iglesia por controlar ideológicamente las representaciones teatrales fue casi tan importante como el ejercido sobre la prensa periódica.




LAS FIESTAS REVOLUCIONARIAS.





Las fiestas revolucionas tuvieron escasa importancia en España a causa de los escasos años en que hubo gobiernos progresistas que las permitieran o impulsaran. Sólo en ocasiones se celebraron desfiles o entregas de banderas en conmemoración de la Constitución de 1812 o, a imitación de lo hecho durante los años iniciales de la Revolución francesa, se realizaron desfiles o se plantaron "arboles de la Libertad". La celebración del Primero de Mayo, como Día o Fiesta del Trabajo se estableció internacionalmente en 1889, aunque en España tardó unos años en ser reconocida como tal.